Algunos tenemos la sensación de vivir rodeados de una peligrosa polvareda política, un tornado de propuestas-disparate, rocambolescas y agresivas con nuestros derechos, el derecho de las minorías, y el derecho conquistado de autogobierno de Andalucía. Tenemos la impresión hay interés de generar la sensación de desconcierto, incertidumbre, caldo de cultivo perfecto para el miedo social que propicia las salidas populistas de extrema derecha. Permítanme sospechar de que el miércoles, hace dos días, en tan solo un rato se desbloqueara el acuerdo con la extrema derecha, cuando tan solo unas horas y desde semanas antes se representaba un enquistado proceso de negociación.

Consumado el pacto, legítimo en una democracia parlamentaria, es hora de la política. Los demócratas, mayoría en Andalucía, no deberíamos ser colaboradores con los que quieren transmitir la inviabilidad de la convivencia, sería impugnar el pacto democrático y de autogobierno. Hace unos días Roca Junyent, nada sospechoso de izquierdoso, defendía en un artículo la necesidad de rescatar ese pacto de convivencia para poder reconstituir, reanimar si se quiere, nuestra deteriorada y objetivamente amenazada democracia.

Tendremos oportunidad de aprender: sobre el milagro de bajar los impuestos a los más ricos y a la vez "reducir drásticamente las listas de espera" o apostar por un empleo de calidad sin hablar de financiación; sobre mejorar la eficiencia del sistema sanitario renunciando a la subasta de medicamentos o a la dedicación exclusiva; sobre que se podrá promocionar, aun más, con dinero público la educación privada; contra quien van a combatir la inmigración y los derechos de las personas; o como van a desdotar las políticas activas por la igualdad de género para financiar una Consejería de Familia. Cosas veredes que harán hablar a las piedras.

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