Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
NO hablaré, como puede sugerir el título, de vacaciones en esos grandes barcos que acumulan traslado y hotel, que unen comodidad y cambio, abriendo muchas posibilidades a los turistas. Pero sí aprovecho la ocasión de un curso, en estos días de verano con traslado a tierras gallegas, para contar algo de lo que me ha sorprendido en mis paseos por ese rincón y cercanías de San Miguel de Deiro, en el municipio de Vilanova de Arousa, en Pontevedra.
Con qué profusión y soltura se emplea el granito en la construcción por esos entornos: muros de contención, postes para el emparrado de las vides, muros de carga, vallas de cerramiento, aleros y balcones, barandas, aplacados, pavimentos... Todo se hace de granito. También retablos barrocos, como he visto en el Monasterio de Armenteira. Hoy día, me comentaba un arquitecto local, existen estupendas máquinas herramientas para trabajar la piedra, que facilitan mucho el oficio, y la materia prima es abundante en Galicia. El granito aflora en sus montes en enormes batolitos, con aspecto de inmensos animales en descanso, o se enarbola en promontorios dominantes, como el cercano mirador de Lobeira, con fantásticas vistas sobre la Ría de Arousa, y sobre todo el horizonte, en sus 360 grados.
Conocía el prestigio del granito y canteros de la provincia de Pontevedra por su presencia en la construcción del Ayuntamiento de La Coruña, verdadero Palacio Municipal, proyecto y dirección de obra del arquitecto Pedro Mariño Ortega, mi abuelo materno, de tanta huella en la arquitectura local. Corría la segunda década del siglo pasado cuando se lleva a cabo esa obra tan magnífica y llamativa, y con una calidad de ejecución excepcional.
Sin salirnos del tema, cuánto me ha sorprendido la abundante presencia de los cruceros. No sólo se ha mantenido la tradición gallega de 'os cruceiros', sino que se ha fortalecido. Antes aparecían en los pequeños núcleos de población, en la plaza de la iglesia o en el término de los caminos. Ahora surgen frecuentes en viviendas particulares, familiares, mayoritarias en la población rural y que tanto se han multiplicado en los últimos años. La presencia del crucero de piedra, bien ornamentado, con todos sus complementos, muestra el cariño con que los ponen sus propietarios y materializa la petición al Señor de que les proteja y bendiga. Muestra, quizás también, un sano orgullo de tener una fe en Cristo tan admirable.
No se comprende que pueda molestar la presencia pacífica del crucifijo en la vida social, a no ser por ignorancia, no saber quién es Cristo, o por equivocación, por haber recibido una información tergiversada desde ambientes ideologizados o partidistas equivocados, que siempre ha habido y habrá. También en tiempo de Cristo, que "todo lo hizo bien", como recoge san Marcos, y que era el hijo de Dios, como confiesa san Pedro, sin embargo fue traicionado por uno de los suyos, fue acusado de blasfemo por el Sanedrín, y condenado a muerte con el clamor de un pueblo enardecido, y con la connivencia de Pilato, que pensaba más en su interés que en respaldar la justicia y la verdad. Así, conducido al Calvario, fue muerto y enterrado, pero resucitó y se apareció a los Doce, y en una ocasión lo vieron más de quinientos de los discípulos...
Dios no podía fracasar, y Cristo ha venido al mundo a redimirnos. Por amor a los hombres se abraza a la cruz, y de este modo ese santo madero deja de ser un patíbulo y se convierte en trono de triunfo, para el perdón de los pecados y para dar vida nueva. Perdonó a los que le ejecutaron -"no saben lo que hacen"- y a los que habían de venir y vendrán. Es en verdad el Salvador, el Príncipe de la Paz, y su corazón se describe como misericordioso y como horno encendido de amor. En medio de un ambiente social enrarecido, qué razón de esperanza la cruz en los pináculos de los templos, o sembrada por los caminos, y la trazada entre la frente y el pecho y desde el hombro izquierdo hasta el derecho, en la intimidad del alma, no para ser visto.
En nuestro ambiente andaluz -tierra exuberante- la devoción popular al Crucificado se desborda en los pasos y desfiles de las cofradías, y en las visitas habituales a las imágenes en sus capillas. Abundante riqueza de piedad extendida por gran parte del país, que posibilita acontecimientos como el Vía Crucis del Paseo de Recoletos, con ocasión de la presencia de Benedicto XVI en Madrid para la Jornada Mundial de la Juventud.
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