Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
MURIÓ recientemente a los 75 años. La edad es lo de menos: ella siguió comportándose toda la vida como una joven excéntrica, provocadora adrede igual que en los lejanos tiempos de las posvanguardias. Quizá le asustaba la vejez y la muerte, o tal vez el olvido. Se consideraba una artista, pero nunca hizo nada ni estudio nada. Su fama se debe sobre todo a la amistad, al parecer unilateral, con Andy Warhol, el extravagante inventor del arte del mal gusto para las masas, y por disparar con una pistola sobre los cuadros de Marilyn Monroe en una exposición de Warhol. Con un disparo en la frente, uno de cuadros se vendió más tarde por cuatro millones de dólares. Se declaraba bisexual y con un bisexual se casó para que todo estuviera en orden de igualdad en la pareja. Se casó más veces y tuvo varios amantes de ambos sexos. Siempre anduvo en ambientes artísticos porque la época hacía simpáticos a estos personajes estrafalarios que los ingenuos atribuían a la genialidad.
Los disparos sobre Marilyn le dieron notoriedad, pero sus fechorías mayores quizá fueran dirigir un servicio de limpieza en clínicas para robar drogas o practicar abortos en su casa. Celebró los atentados de Nueva York de 2001: "Soy una persona con malas intenciones. Me molesta que la gente lo pase bien y mi entretenimiento mayor es amargarles la vida a los demás." Su infancia transcurrió en el Bronx, en los ambientes sórdidos de la delincuencia. Su padre, protegido de un gángster, tenía un bar ilegal y, cuando se quedó ciego, puso un quiosco. Desde jovencita se dio al alcohol y a las drogas y a inventar provocaciones para hacerse notar. Las provocaciones del mundo del arte son involuntarias o son fraudes. Los artistas y galeristas, a los que frecuentaba colándose en los sitios sin que la invitaran, le reían las gracias pero estaban hartos de ella. De vieja la cuidó una amiga y obtuvo una exigua pensión de la beneficencia.
La muerte de los amigos de golferías y excesos la sumió en un estado de melancolía y de delirios artísticos. Se descubrió que toda la vida había sido esquizofrénica pero ella supo sacar partido de sus desequilibrios, lo que indica que debió tener una mente poderosa pero estéril. Dorothy Podber representa el ya clásico artista bajo palabra de los años de los desmadres de la agonía de las vanguardias. En cualquier época hubo artistas trastocados, pero trabajaban, bien o mal. Y los hubo, los hay aún rezagados en los pueblos, que con falso desdén se intitulan creadores de nada en su imaginación, porque, piensan, la sociedad está corrompida y no merece su arte. La Podber es la madre y patrona de todos los que creen que el arte se hace solo, que todo vale con tal de que sea una rareza, que el escándalo debe acompañar al artista y que la provocación aposta es uno de los ingredientes del arte. Mirar atrás, en suma.
También te puede interesar
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, Nochebuena de 1950
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Una línea en la pared
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Grandes palabras
Lo último