Tierra de nadie
Alberto Nuñez Seoane
Palabras que el viento no se lleva
HACE ya más de cuarenta años que Umberto Eco publicó, junto Furio Colombo, Francesco Alberoni y Giuseppe Sacco, un pequeño volumen titulado La nueva Edad Media. Como cabe imaginar, el tono general de los ensayos era bastante sombrío, y quien no vaticinaba una dislocación del poder, pronosticaba unas sociedades gregarias y macilentas, que se pondrían a salvo en la metrópoli, como en tiempos de los godos. Eco, sin embargo, introducía un matiz, aparte su carácter refractario al pesimismo. Para Eco, La Edad Media ha comenzado ya (esa era el título de su ensayo), y ahora tocaba comprender el alcance de esta mutación histórica.
¿A qué llamaba Eco la Edad Media? Resumiéndolo mucho, al triunfo de lo particular sobre un fondo de Apocalipsis. También al refugio del saber en los monasterios/universidades, y a la renovada itinerancia (el milenario Camino de Santiago, las grandes peregrinaciones a Jerusalén y Roma), que los medios de locomoción hoy nos permiten. Parece claro, pues, que del 73 a nuestros días la perspectiva no ha variado mucho. Si por un lado las trompetas del Apocalipsis no han hecho más que centuplicarse, la privatización de la vida pública y el brío de las grandes corporaciones no parecen, francamente, en retirada. Una prueba -paradójica-, de este sino centrífugo de nuestros días es posible encontrarla en la gran alianza de izquierdas que ahora postulan Podemos e IU: como forma de regeneración y fortalecimiento del poder público, se alecciona la fragmentación del Estado en pequeños reinos medievales.
Otro síntoma de medievalización que señalaba Eco era el regreso del principio de la auctoritas, extinguido con el pensamiento moderno. Vale decir, la defensa del discurso, no con argumentos propios, sino con la alusión a autores célebres, que prestigien sus alocuciones. Esto mismo lo hemos visto en numerosas ocasiones con Monedero-Iglesias y su continua alusión a Gramsci. Y también es fácil verlo en este artículo, que se adorna con la sabiduría de Eco, a falta de saberes propios. Villon, que era un poeta-delincuente de la baja Edad Media, se preguntaba, recordando a Flora, a Berta la del Gran Pie, a Juana de Arco, "pero, ¿dónde están las nieves de antaño?". El éxito de series como Isabel y Carlos, rey emperador, quizá exuden una misma nostalgia. La nostalgia de la unidad, del estrepitoso comienzo de la era moderna, llegado ya El otoño de la Edad Media, que decía Huizinga.
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