Desde el fénix

José Ramón Del Río

Elogio de la bicicleta

30 de julio 2009 - 01:00

COMO usted observará, si es que tiene la paciencia de leerme, últimamente no hago más que prodigar elogios. La semana pasada, a la vejez; ésta, a la bicicleta, y si entonces era por la hazaña de un jugador de golf, casi sexagenario, a punto de ganar la prueba más exigente del calendario, hoy, después del triunfo de Alberto Contador, en el Tour de Francia, el elogio a la bici no puede estar más justificado.

Una de las pocas alegrías deportivas -y de toda índole- que recibimos los españoles en los años cincuenta del siglo pasado fueron los triunfos de los ciclistas. Todo empezó con Federico Bahamontes, el enjuto toledano, que, después de coronar el primero, con gran diferencia, la montaña más empinada y esperar al pelotón tomándose un helado, le hicieron ver que si no se paraba en lo alto de la cuesta y seguía hasta la meta podía ganar la prueba, y así lo hizo en el año 1959. Luego, y gracias a la bicicleta, otros como Ocaña, Delgado, Indurain, Pereiro, Sastre y el mismo Contador hicieron izar la bandera española en lo más alto del pódium en el país vecino, donde, aparte de éstas, pocas victorias hemos podido obtener. Como los franceses son los franceses y, pese a las doce victorias de los españoles en el Tour, aún no tienen a mano la partitura del himno nacional español, como pudo comprobarse el pasado domingo, cuando, primero, sonó el himno danés, y luego, el español pasado de vueltas.

Hoy todo el mundo estará conmigo en que la bicicleta se merece un elogio y no sólo porque nos sirve para presumir ante los franceses, que han visto a los españoles triunfar en los últimos cuatro años en la carrera que tanto estiman, sino porque los beneficios para la salud del que la usa -si no se cae - y para el medio ambiente son innegables. No todos los que éramos niños o jóvenes en los años 40 o 50 podíamos disfrutar de una bicicleta. Yo nunca tuve ninguna, aunque sí mis hermanos menores, que tenían padrinos más generosos. Si alguna vez me sicoanalizan, seguro que detectarán mi síndrome de la bicicleta ausente. Hoy sigo sin bicicleta, pero en el gimnasio dispongo de una estática en la que hago spinning varios días a la semana, para curarme el síndrome. La bicicleta es un medio de transporte sano y ecológico, muy austero. Todo es relativo; en África, en el poblado en que estuve había un coche -el nuestro- y una bicicleta: la del cartero, que tenía una ruta de más de ochenta kilómetros; los demás iban andando. Por eso el cartero circulaba ufano, orgulloso de su bicicleta y de su gorra, entre los peatones del lugar. En el colegio, don Ciriaco, el atlético marianista, nos organizaba excursiones desde Cádiz hasta las canteras de Puerto Real (sin puente sobre la bahía), avituallados con agua y pasas. Con todos los recuerdos que me trae la bicicleta casi olvido despedirme de ustedes hasta el mes de septiembre. Felices vacaciones, los que las tengan.

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