Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

'Enxebre'

01 de diciembre 2014 - 01:00

ES una palabra gallega, "enxebre", de difícil traducción al castellano. Algo como "insulso", "sin consistencia", pero en el uso cotidiano de hoy, se puede interpretar como cutre, mugriento, indecente o cochambroso. En resumen, describe, a la perfección, la condición anímica y ética, en general, de la sociedad en la que vivimos.

A mí, con tres añitos, en los lejanos 50, me mandaron a un colegio de curas, en el que, además de a leer y a escribir, me enseñaron a respetar la autoridad, me dieron algún que otro guantazo cuando lo merecía, me inculcaron que la disciplina es irrenunciable y me infundieron el concepto de "respeto" como norma indispensable para que la convivencia tenga alguna oportunidad. Mis padres me educaron queriéndome mucho, pero diciéndome que "no" a muchas cosas, premiando mis logros con un bocadillo de pan con chocolate o un baño en una piscina el sábado por la tarde. Me enseñaron a decir "hola" y "adiós", a dar las gracias y pedir las cosas "por favor", a ceder el paso o el asiento a las personas mayores, a las damas o a los impedidos, a masticar con la boca cerrada y a tapármela cuando un bostezo me podía, a hablar en un tono que no moleste a los demás, a respetar el silencio cuándo el momento o el lugar así lo exigen, a obedecer a quien te puede mandar, a ser agradecido con quien te hizo bien y a no traicionar a quien te ayudó. Ocurrió hace unos años, bastantes pero tampoco tantos, y fue en este planeta, se lo puedo asegurar, aunque viendo lo que hoy vemos, les resulte muy difícil creerme.

"De nada sirve correr cuando lo haces en la dirección equivocada", dice un viejo y sabio proverbio pero, ¿quién hace caso, hoy, de los proverbios?, ¿cuántos se paran a pensar en lo que otros, mucho más sabios que nosotros, han dejado dicho, pensado o escrito, para aprender de ello?, ¿quién trata de tropezar, cuando se tropieza, cada vez con una piedra distinta en lugar de empeñarse en volver a hacerlo con la misma, una y otra vez?, ¿lo ven?, pues el estado de cosas que sufrimos, consecuencia directa de actitudes como las descritas y muestra evidente de la incuestionable estupidez humana, se puede definir como "enxebre".

La libertad de cada uno termina donde empieza la del vecino, la vigencia de esta máxima, tantas veces repetida, brilla por su exasperante y reincidente ausencia en nuestra sociedad. La falta de consideración hacia los demás, el desprecio a los más débiles, el abandono de los buenos modales, la burla a la humildad y el ultraje a la lealtad, modelan el comportamiento y califican la actitud de los más, entre los muchos y, así, no se puede. Así sólo es posible avanzar hacia el desmantelamiento del tejido que a la solidaridad tanto esfuerzo le cuesta hilvanar.

Lo cierto es que, aunque no lo parezca porque nos empeñamos en que así sea, las cosas son mucho más fáciles de lo que hacemos que sean. El empecinamiento de nuestra especie -¿a quién se le ocurriría denominarla como "sapiens"?- en complicar lo que no es complejo, raya en la más burda de las paranoias: ¡en lugar de intentar desenredar la madeja, nos dejamos la piel tratando de enredarla! Esto, también es "enxebre".

La victoria final de nuestra raza, a la que nos gusta llamar "superior", dependerá del triunfo de nuestra inteligencia colectiva. De nada nos servirá "tener" inteligencia sino "somos" inteligentes y actuamos como tales.

Las llaves para manejar el destino de nuestra felicidad están escondidas en rincones a los que sólo nos puede llevar la nobleza de espíritu, la habilidad para saber hacer de ésta condición el norte de nuestras vidas reside en el buen uso de una materia más escasa que la que conocemos como "oscura" -esa que se oculta tras las estrellas perdidas en la infinidad del universo-, y es la que se asienta en mentes capaces de hacer que la inteligencia triunfe, o sea: la materia gris. Esto, es lo contrario de "enxebre".

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