Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
POR las preguntas que hace la gente joven, o joven todavía, la idea que se les ha transmitido en la enseñanza a los nacidos a partir de 1970, por poner un límite, es que durante la dictadura de Franco España fue una gran cárcel, como Corea del Norte, tan cárcel que no hay cárceles, donde todos vivíamos atemorizados, sin atrevernos a salir ni a hablar, sin libros interesantes que leer ni películas que ver, en un 'páramo cultural', según el desmemoriado Caballero Bonald, sin nada que nos educara espiritual e intelectualmente y en una pobreza mental escandalosa, aparte de la económica. Es lo mismo que si les hubieran enseñado que los cien mil godos que se establecieron en la Península en el siglo V, tiraron al mar a los seis millones de hispanorromanos que vivían aquí. Preguntad, muchachos, si sois curiosos, a los innumerables testigos vivos de las distintas etapas del franquismo. O leed, que es dedicación noble, fructífera y divertida. Preguntad a vuestros abuelos y alguna noticia de interés os darán, pues tienen memoria personal y no necesitan ninguna ley injusta para recordar. Leed con inteligencia, sin pretender, como hacen los simples y mal concertados, que les digan lo que quieren oír en libros para convencidos.
España no se quedó vacía, ni todo el mundo era franquista y católico devoto, de manera parecida, en proporción, a la España del siglo V: no todo el mundo era godo y arriano. Pero, como otras veces en la Historia, los conquistadores, con permiso de Roma, fueron conquistados, de modo que se romanizaron casi por completo (conservaron algunas costumbres y leyes, que tomaron para sí los romanos hispanos porque les parecieron buenas) y se hicieron católicos, romanos, por supuesto. Del franquismo surgió el deseo de unirse a las democracias occidentales. Colaboró con los socialistas europeos para crear un nuevo partido socialista, distinto del histórico, y meter una cuña entre la derecha y el partido comunista, que se había arriesgado bastante durante el franquismo con éxito irregular, mientras los socialistas no aparecían por ninguna parte. Los comunistas se avinieron a la monarquía y a la democracia de mala gana. Lo que les pedía el cuerpo era cambiar una dictadura vieja por otra nueva: la suya.
Los socialistas provenían casi todos del franquismo, del verdadero o del sociológico. Todos los funcionarios españoles, desde los altos magistrados y catedráticos a los maestros de escuela y escribientes, habían jurado en la toma de posesión de sus plazas lealtad al Caudillo y a los principios del Movimiento. Por imperativo legal, dicen, pero además porque su moral se lo permitía. Menos moños y mejor memoria personal, no histórica, que para esto está la Historia, respetuosa con la advertencia evangélica: "Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público."
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