El Ayuntamiento de Jerez está organizando una 'fiesta del mosto' para llenar el vacío festivo que existe entre las Fiestas de la Vendimia y la temporada de zambombas y la Navidad. Aún no se conocen muchos detalles del que se anuncia como un gran evento a la altura de la importancia que año tras año va adquiriendo el mosto en todas sus vertientes, sobre todo en la gastronómica, con posibilidades enoturísticas que no se han explotado aún en toda su integridad. Se sumará así esta fiesta del vino joven a un calendario festivo que ha ido creciendo de manera importante en los últimos años en la ciudad, de forma que ya quedan pocos huecos en los que incluir nuevas propuestas. Me consta que en algunos departamentos municipales se hacen auténticos encajes de bolillos para completar el sudoku de actividades cada año. Siempre contando con que la pandemia no nos dé más disgustos, de la fiesta del mosto pasaremos (o incluso coincidirán) a los actos conmemorativos del 25 aniversario del Teatro Villamarta. Y de las zambombas y la Navidad 'saltaremos' a San Antón y de ahí al Carnaval, que se supone mantendrá su fecha en Jerez a pesar de la decisión del Ayuntamiento de Cádiz de aplazar el suyo a junio, tal vez dotado de un potente departamento científico secreto que ya tiene constancia de que para el mes de febrero habrá una sexta ola y para el mes de junio no. Casi sin descanso aparece el Festival de Jerez, que mantiene sus fechas en febrero-marzo y que crece año tras año en días y en actividades.

Y luego la Cuaresma y la Semana Santa, que en Jerez se vive de manera tan especial. Porque la declaración esta semana de los obispos del Sur, entre ellos el de Asidonia-Jerez, deja bien clara la intención de recuperar el culto en las calles para esa fecha, aunque, como en otros actos públicos, aún se desconocen los detalles y la evolución de la pandemia marcará hasta qué punto se recuperarán las procesiones de toda la vida.

De ahí al Gran Premio de Motociclismo y la Feria del Caballo, que ya decidió sus fechas la semana pasada, habrá un suspiro y después el Rocío como antesala de un verano que en Jerez se comprime cada vez más y ofrece un calendario festivo y de espectáculos que es imposible de seguir a menos que se tenga el don de la ubicuidad. Seguro que me he dejado algunas cosas y muchas otras citas en el camino, pero ya con esto podemos ver que se cierra un círculo en el que resulta casi imposible encontrar una semana del año en la que no haya nada que hacer. Es la aspiración de una ciudad que lucha para romper la estacionalidad y poder vivir aún más del turismo.

Y también es como ese miedo al vacío, horror vacui, del que se habla en el mundo del arte pero también en el de la psicología, como un trastorno que nos lleva a tratar de llenar cada momento de nuestras vidas. En este caso, con fiestas o eventos en las calles porque, ahora más que nunca, tras lo sufrido en la pandemia, tras ese duro confinamiento, tratamos de aprovechar al máximo los días, no dejar huecos, llenar los vacíos... En definitiva, vivir como si no hubiese un mañana.

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