La esquina
José Aguilar
Las pelotas de Bildu
En mi empeño por mostrarles a los jerezanos afincados en la tierra del 'Km.0', origen de todos los caminos de nuestro país, no podía dejar de hablarles de Ignacio de Pilar Roldán Soto. Un joven empresario, que tras mucho esfuerzo, regenta conjuntamente con sus socios Nacho y Carlos Luna; una de las joyerías más prestigiosas de la capital de España 'Moon Diamonds', situada en pleno Barrio de Salamanca -barrio de barrios-, concretamente en la calle Núñez de Balboa, 16, muy cerquita del Parque del Retiro y en pleno epicentro del lujo madrileño.
Cuando ayer me despedía de este jerezano especialista en diamantes -no en vano está titulado oficialmente como gemólogo experto en piedras preciosas por el Instituto Gemológico Español- después de visitarle para hacer esta crónica, no dejaba de insistirme: "no te olvides de que me llamo Ignacio de Pilar, el de Pilar es muy importante para mí". Y es que Ignacio, desde el día en que lo bautizaron estaba predestinado a ser joyero. Su bisabuela materna, madrina, gitana y paisana nuestra, Pilar Vargas -de la que recibió su segundo nombre-, ya en las primeras décadas del siglo XX se dedicaba de lleno al negocio joyero. "Mi bisabuela iba de casa en casa y lo mismo vendía un coral, un collar de perlas o lo que se presentara", por lo que tal y como asume nuestro propio protagonista, poca escapatoria tenía a esta profesión.
Si a esto le sumamos, que su padrino fue su abuelo e hijo de Pilar Vargas, Ignacio Soto Vargas, famoso empresario jerezano empedraor y responsable de la mayoría de los adoquines que pisamos los jerezanos diariamente. El espíritu empresarial y el amor por las joyas tenían que confluir en Ignacio de Pilar por fuerza. Y así ha sido.
Aunque en su adolescencia estuvo dedicado de lleno a la pintura, llegando a ser discípulo de Paco Toro "puedes poner que él me consideraba su discípulo, porque está escrito por él mismo"; este polifacético de las artes -que si se inspira también canta y baila pá reventar- no podía negar la llamada de la sangre.
Así, en cuanto alcanzó la mayoría de edad cambió los pinceles por la lupa, que desde entonces siempre lleva colgada al cuello, lupa, tras la que el biznieto de Momá Pilar ha visto las piedras más brillantes que seguramente haya visto jerezano alguno.
Poco a poco, y de forma completamente autónomo, el niño aficionado a los diamantes, hijo del recordado Antonio Roldán y la carismática Malena Soto, fue creciendo, y con la ayuda de los también jerezanos y prestigiosos joyeros, D. Gabriel y D. Antonio Seijo, su afición se convirtió en profesión. Desde entonces no ha parado de trabajar por toda España, y lo mismo le ha conseguido el mejor diamante a la famosísima joyería Bárcena; que a un ilustre y discreto cliente anónimo.
En 2009 conoció a sus actuales socios, los hermanos Luna, también andaluces, otros enamorados de las joyas, en este caso cordobeses -la cuna de la industria joyera española- y fruto de esta estupenda combinación entre expertos en gemas, hace dos años decidieron establecerse en la capital del Reino, y abrieron su negocio joyero. Para que luego digan los ahora inhabilitados en la zona norte, que los andaluces somos vagos o poco emprendedores.
La joyería es impresionante, de una decoración exquisita. Ignacio -por cierto, siempre perfectamente trajeado- y sus socios, viajan casi semanalmente a Amberes, cuna mundial de las piedras preciosas, para comprar sólo lo mejor. Tantos eran sus viajes, que desde hace unos meses han abierto incluso su propia sucursal en la ciudad belga.
Dicen que el Marqués de Salamanca, promotor del barrio madrileño que lleva su nombre, se arruinaba continuamente por las carísimas joyas que regalaba regularmente a la reina Isabel II, monarca del momento. Ayer, cuando veía a Ignacio de Pilar enseñarme los diamantes y collares de perlas que con una elegancia inigualable están expuestos en su tienda, no podía evitar recordar esta anécdota histórica, con la certeza de que si el generoso Marqués levantara la cabeza, no se lo pensaría dos veces, y sería con nuestro paisano y no con otro, con el que gustosamente iría al barrio que lleva su nombre, para llevar a palacio, a pesar de las consecuencias financieras, las mejores y más especiales joyas del Reino.
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