Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
IGUAL que no hay mayor esclavitud que la de la mente, no hay pobreza mayor que la de una mente harapienta ignorante de su esclavitud. La esclavitud de la mente no es sencilla porque pocas cosas más libres que el pensamiento inteligente en cualquier circunstancia por adversa que sea, pero acaba por resultar insoportable para quien debe guardar silencio para evitar riesgos, y no hablemos del martirio de tener que decir lo contrario de lo que se piensa. La historia contemporánea está llena de ejemplos, en todos los regímenes políticos, de los que se saltaron las lindes del peligro para hacer valer la libertad personal, que, al fin y al cabo, es la generadora de libertades colectivas. La indigencia mental es otro asunto. El indigente no sufre y se cree libre porque ha sido alumno aplicado y ha aprendido cómo tiene que pensar y qué. La inercia mental es cómoda y hace a las personas más felices. En este aspecto los llamados en otro tiempo "lavados de cerebro" son un bien social.
La manipulación ideológica no tiene que ver con dictadura o democracia, o tiene que ver poco, y es muy antigua. Recordemos el desconcierto de los romanos después de Constantino ante la intolerancia, e incluso la persecución, de los cristianos con los que permanecieron en el paganismo. No aguantaban que hubiera otras creencias, otros centros de enseñanza, otros valores fuera del cristianismo. El Diablo y el Mal inspiraban a los paganos, y los dioses del Panteón no eran dioses sino diablos. Con más disimulo, seguimos así. Creo que eran Gramsci, profeta y mártir de la izquierda del siglo XX, quien decía que primero había que eliminar la influencia de los enemigos del socialismo, de manera particular en la enseñanza, tanto la religiosa como la pseudopagana del fascismo y sus imitadores, y una vez conseguido el poder totalitario, el ordine nuovo, entregarse de lleno a la educación para el socialismo.
Que sepamos, esa política no ha tenido éxito nunca, ni por la izquierda ni por la derecha, porque siempre hubo mentes libres, hasta en la épocas más oscuras y aplastantes. La humanidad ha progresado por eso. El aburrimiento de un régimen largo y continuado y un adoctrinamiento en una misma dirección son mal tolerados por la curiosidad natural de la especie humana: si se repite mucho una idea con apariencia de novedad, se cree en ella primero y se abandona después. Hemos visto a los ex comunistas rusos reconvertidos asistir a la canonización de Nicolás II, así que 70 años de educación para el socialismo no sirvió de mucho. El progreso está siempre en la inteligencia, no en la ignorancia; en la educación, no en el adoctrinamiento. La indigencia mental es asombrosa cuando quienes la causan son gobiernos democráticos, precisamente los que deberían tener un poder civilizador.
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