Jerez: cofradías, Laffón, Prieto, Molero, Garrido…

Tres pregoneras de Jesús Nazareno: Carmen Tejero, Lala Prieto y Mercedes Barrones.
Tres pregoneras de Jesús Nazareno: Carmen Tejero, Lala Prieto y Mercedes Barrones.

03 de abril 2023 - 05:00

“Pasan las aguas por el cauce/ y no terminan de pasar;/ mas si de un agua no bebimos/ nunca aquel agua tornará”. Así -con idéntica ansiedad avariciosa nunca dañina- vivimos los cofrades -gastando suelas de zapatos de estreno de Domingo de Ramos- los instantes de este reloj de cuco -tan pendular y tan mesiánico a la vez: tictac, tictac, tictac…- que es la Semana Santa. Traigo a colación los versos de Rafael Laffón -quien jamás se debatió entre lo apolíneo y lo dionisiaco- porque este poema -como una síntesis definitoria de los días pasionales- posee título de relumbrón: ‘Invitación a la vida’. ¿No es la Semana Santa una invitación a la vida en el florecimiento del niño que ahora de nuevo somos -¡ah la máxima de Rilke y la infancia como patria indeleble del hombre!- y cuya férula nos retrotrae al parvulario de nuestro despertar cofradiero? La Semana Santa, sí, amansa la redondez de lo barroco y alza los entrecruces de espadas de la defensa de Dios en los cirios altos -¡siempre arriba!- sobre el cuadril de los cordelillos del cinturón de esparto.

Pasan las aguas de la nostalgia de lo no vivido como pasan los campanilleros en los sones de trasera de un paso de palio. Pasan las aguas como pasa la moviola del segundero de una Semana Santa que hoy los olvidadizos tienden a negar en su puro desconocimiento del porqué de las cosas y del origen de nuestras señas de identidad. Pasa el determinismo de una manigueta que ahuyenta los miedos irracionales y los dogmatismos protuberantes. Pasa la nomenclatura del tempus fugit como pasa aquel diputado de Cruz de Guía que sólo mira al frente como alfa de un abecedario de promesas montadas en borricate sobre las espaldas del cortejo nazareno: ¿qué sabe nadie por qué cada penitente anónimo se reviste de Cristo -en la suprema majestad trascendente de la túnica-? Pasa el incienso que asciende el retablo de oraciones de las personas sencillas que observan el tránsito de la cofradía como si de un tropel de bendiciones se tratara. Pasa Cristo por las callejuelas de la ciudad con un mínimo cimbreo de la madera y un máximo zarandeo de las conciencias…

Pasa la bocina que es como la caracola que guarda el rumor de las promesas cumplidas. Pasa el candelabro de cola que es como el interrogante que nos deja la cofradía cuando ya nos ha impartido su lección doctrinal. Pasan las manos del último tramo con su dermis repujada por la gubia del peso de toda una vida -de un pacto de sangre consigo mismo allí donde anidan los retazos del ser al modo del acento poético de Gerardo Diego: vivencias que son como “flores de cada hora/ que mi tierra me ofrece/ para adornar altares/ para decorar sienes”-. Pasó la Santa Cuaresma en la categoría gramatical de su presente de indicativo. Ha pasado el premio ‘Gota a gota’ otorgado a uno de los mejores cofrades que ha parido esta fecunda tierra de hijos de Dios: Paco Garrido, tan criado a las plantas de la Virgen de la Amargura y tan cercano al Cisquero que Todo lo Puede con morada en sevillana Plaza de San Lorenzo.

Pasó el Pregón de Jesús Nazareno en la voz íntima y poderosa de Lala Prieto -he aquí una candidata de plata de ley para las tablas del Villamarta-. Pasa la remembranza de aquellas abuelas que acompañaron al Señor de la Plaza con los ojos vendados porque no existía para ellas pena más grande que no ver al Mejor de los Nacidos durante la Madrugada Santa. Pasa y regresa la vitalidad de Fernando Molero proyectando ideas con los chaveas de la Estrella de los años 80. Pasa un Domingo de Ramos con ausencia de Lete y los hermanos Ruiz-Cortina bajo el mar de capirotes del Humilladero… Pasa el Credo antes de los goznes de la apertura del templo a la hora de salida de la corporación nazarena. Pasan las cuentas del rosario. Pasa el travesaño de la Cruz. Pasa el solo de corneta. Pasa la bola de cera del chiquillo de pelo rizado. Todo pasa y de nuevo todo ahora vuelve. Porque la Semana Santa, sí, es como la poesía de Laffón: “Invitación a la vida”. Porque la Semana Santa es como la sentencia de Azorín: “Vivir es ver volver”.

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