Jíbaros

El rugir violento de las redes se debe reducir cual cabeza de un jíbaro y conservarlo como trofeo

España es país para linchadores. Aunque, en verdad, sin tener a mano ningún estudio sobre el que basarme para estudiar el comportamiento humano, la maldad parece ser un problema endémico mundial. Pero, como ciudadana española, me limito a observar y denunciar el comportamiento humano a través de las redes sociales en España. Las redes sociales están al alcance de quien las necesite para mostrar de manera directa sus opiniones, promocionar sus trabajos, posicionarse como marca, crear su propia popularidad, rentabilizar su imagen y hay un puñado que las usan, al parecer, sólo para insultar. Tengo la sensación de que éstas ultimas personas son muy pocas proporcionalmente, pero se comete el error de darle más pábulo al elevar su ruido como noticia a los medios cuando deberían ser más cautos a la hora de promocionar esa actitud perversa. Cualquier persona es objeto para la opinión pública y, en esta era, un potencial sujeto para el linchamiento. Los linchadores no pueden enmarcarse en un único perfil social puesto que hay personas con destacados puestos en la Administración y los medios que usan frases insultantes, amenazadoras e incendiarias buscando el contagio para la gestación pública alentando más ruido que se traduce en sangre en las calles. Arengas que se quedan al límite de la leyes. Otro sector entre los linchadores son los cobardes que bajo una identidad oculta se dedican a darle con el dedo al ordenador, cuyas personalidades son oscuras, pobres , y están inmersos en la pegajosa grasa de la envidia que escupen públicamente, pero que sólo les envenena a ellos mismos. Hemos llegado al preocupante punto de la crispación que se genera en las redes y termina revelándose en las calles. Hay quien ubica el origen de ese mal en las frustraciones personales, a quienes ven con envidia que no han podido lograr aquello que desearon y que al verlo en el ser ajeno sólo les queda vomitar odio. La clave es que los sujetos linchados hayan adquirido un nivel de experiencia tal con la que puedan lidiar, sin el más mínimo efecto personal, la avalancha de las redes.Para cerrar esa puerta que se abre y desde la que se escupe hiel no existen herramientas que bloqueen los insultos. Pero sí hay algo que se puede hacer: a los linchados, que reafirmen su dignidad y tengan la certeza de que siguen siendo libres, pueden y deben continuar con su proyecto de vida y profesional apagando el sonido por el que entran los gritos. El rugir violento de las redes se debe reducir cual cabeza de un jíbaro y conservarlo como trofeo por haber superado el ataque de seres monstruosos.

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