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Mal de escuela

15 de septiembre 2008 - 01:00

LOS padres, la televisión, los libros pueden ser idiotas, pero los niños no lo son, dice Daniel Pennac en una reciente entrevista a propósito de la traducción en España de su obra Mal de escuela, donde aborda la cuestión de la educación desde un punto de vista insólito: mezcla recuerdos autobiográficos y reflexiones acerca de la pedagogía y ofrece una impagable visión de las disfunciones de la institución escolar desde la memoria dolorida del pésimo estudiante que fue. Con humor y ternura, análisis críticos y fórmulas efectivas regala una brillante y sabrosa lección de inteligencia este Pennac a quien conocíamos en nuestro país sobre todo por Como una novela, un curioso ensayo donde desacraliza el acto de la lectura que, como el amor, no tiene sentido si no es placentero. "El verbo leer no admite el modo imperativo", proclama en las páginas de ese volumen que ya es título de referencia en las facultades de Ciencias de la Educación.

Mal de escuela no es un ensayo, pero sí un relato con tesis implícita; la historia de la metamorfosis de un mal alumno que llega a ser docente y, más adelante, escritor reconocido. La clave: un maestro excepcional que se cruzó en su vida, se saltó con él lo establecido y supo singularizarlo, ayudarle a encontrar su propio camino y rescatarlo así del pozo de su desaliento. La clave: un sistema educativo atento, en el fondo, a cada individualidad. Por eso Pennac defiende una educación libre, creativa, vinculada a los requerimientos de la sociedad, pero autónoma. Todo lo útil que se quiera, pero independiente y con capacidad de decisión. Hoy lunes, vuelven a chapotear en nuestros mapas los ríos de filas de niños avanzando hacia esos mares de conocimiento que siguen siendo las aulas; entre ellos, quién sabe cuántos Daniel Pennac que ingresan en una institución cada vez más intervenida, más invadida en sus fronteras soberanas, más debilitada en su capacidad de autogestión. Un juez de Cádiz acaba de ordenar la escolarización obligatoria en un colegio, en el que no fueron inicialmente admitidos, de diez alumnos de tres años que contribuirán a apretar aún más el hacinamiento de un ciclo ya de por sí saturado hasta la desvergüenza. Clases de casi treinta niños, que en muchos casos todavía no controlan esfínteres, porque el "derecho de los padres a elegir centro" prevalece sobre el derecho de los educandos a recibir una enseñanza de calidad, y no digamos ya sobre el derecho de los maestros a realizar su trabajo en condiciones dignas. Bienvenido, pues, este crítico curso en año de crisis, y recuerden: Mal de escuela.

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