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Juan De La Plata /

Moraíto: flor de la raza calé

11 de agosto 2011 - 01:00

EMPEZÓ en 1966, siendo 'Moraíto chico', pero ha muerto siendo el Morao Grande, el más grande, porque ha sido el mejor de una estirpe y deja una gran herencia en su hijo Diego el del Morao, considerado como uno de los mejores tocaores de las últimas hornadas guitarrísticas.

Manuel Moreno Junquera, al que habría que añadir, por su arte y por su categoría humana, aquello que dijo el poeta del Antonio Vargas Heredia del romance, al que llamó "flor de la raza calé", para resaltar su excelencia. Y eso es lo que fue toda su vida, que apenas ha pasado del medio siglo: flor de la raza de entre todos los calés de Jerez, de su barrio y del mundo flamenco. Gitano fino, artista, sensible, músico de sus propias músicas, llevando con su guitarra, a todos los rincones del mundo, el aire flamenco de su barrio de Santiago.

Moraíto era ya Morao, porque había dejado sucesión en su hijo Diego, que tan brillantemente sigue sus pasos, tras recibir la hermosa herencia de su magisterio.

Joven, muy joven, empezó a tocar la guitarra, que ha sido su compañera durante más de cuarenta años y, a pesar de componer y dar conciertos en solitario, con la misma maestría, 'Moraíto' era sobre todo un gran acompañante para el cante. Que lo digan José Mercé, su compañero de tantas vivencias, y hasta David Carpio, el último jerezano al que acompañó con su guitarra en el Palacio de Villavicencio, en el pasado Festival de Jerez.

Recuerdo que hace años, cuando estuvo en otra ocasión ingresado en el hospital, gravemente enfermo, yo le llamaba todos los días para informar a nuestros lectores sobre su salud, lo que hacía que recibiera otras muchas llamadas de gente, interesándose por el transcurrir de su enfermedad. Y cuando salió, me dijo con aquella sonrisa suya tan característica, estas breves palabras llenas de humildad: "De verdad que yo no sabía que era tan importante".

Cuando ya hacía tiempo que había dejado atrás sus actuaciones en los mejores tablaos de España, como 'Los Canasteros' y 'La Venta del Gato', que había ganado en buena lid dos primeros premios del concurso de guitarra de 'Los cernícalos', y la Copa Jerez y el Premio Nacional de Guitarra de la Cátedra de Flamencología, además del galardón de la Academia Francesa del Disco para su primera grabación 'Morao, Morao', presentada en la peña 'Los Juncales' de la calle Nueva, a la que tuvimos el placer de asistir, gentilmente invitados por el artista, Moraíto el Grande, como yo le llamé más de una vez, había logrado finalmente situarse en la cima de los tres o cuatro mejores guitarristas flamencos.

Todo su arte rebosaba humanidad, señorío de primera clase, era uno de los mejores tocando; y como persona, nadie superaba su casta, su gitanería de pro. Por eso, como Antonio Vargas Heredia el del romance, Manuel Moreno Junquera 'Moraíto' era, también, auténtica y verdadera "flor de la raza calé" que, entre los gitanos, es como decir "el mejor de los mejores". Como artista y como persona. Por eso, su música es ya, desde ahora, más celestial que nunca, porque hasta los serafines se paran para escucharla, allá por las alturas del cielo celeste y oro de su querido Jerez, que hace palmas por bulerías, porque acaba de llegar 'Moraíto', el Morao, al que tanto vamos a echar de menos quienes le conocimos y le quisimos, como artista, como buena gente, y amigo de sus amigos. Que Dios lo tenga en su gloria.

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