El mundo de ayer
Rafael Castaño
Una línea en la pared
TRAS disfrutar durante varios años seguidos de mis vacaciones estivales en septiembre, me veo aquí algo desubicada en un mes que empieza incierto y con un calor que ya se hubiera querido para algunos días de agosto. Echo de menos algunas caras pero en definitiva tengo morriña de estar en otros lugares lejanos a los que ahora sólo me puedo desplazar con la imaginación. Sí, esos días de playa en los que apenas hay un puñado de guiris que se tuestan al sol del final de estío. Esas escapadas que terminan hasta donde te lleven los pies o el cansancio y esas hora de charla de cualquier cosa, incluida lo fría que está el agua del mar. No, no tengo depresión postvacacional porque me he pasado el verano currando, lo que tengo es nostalgia de otros veranos ya vividos que me han dejado buenos recuerdos y un excepcional sabor de boca. Quizá esa morriña, vocablo gallego que acuñé como mío por afinidad, se me cure en unos días cuando pueda escaparme de nuevo al paraíso.
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