Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Paparruchas

Las paparruchas nunca miran a los ojos de la gente. Pedro Sánchez, tampoco. Pero no basta un parte diario

Define la RAE el término paparrucha en su primera acepción como "noticia falsa y desatinada de un suceso, esparcida entre el vulgo". Y, bueno, no me negarán que, teniendo tan hermosa, sonora y musical palabra en nuestra lengua, es una auténtica lástima que hablemos de fake news para dárnoslas de listos. Que tengamos ahora las paparruchas multiplicadas hasta en la sopa responde, claro, a la evidencia de que ni el Gobierno ni la oposición saben qué es el coronavirus ni qué hay que hacer para pararle los pies. La comunidad científica, que al fin y al cabo es la única autoridad competente al respecto, anda todavía en ello, pero resulta que cuando menos recursos se han destinado a la ciencia, cuando de manera más concienzuda se han desmantelado sus efectivos, legislatura tras legislatura, se exigen ahora respuestas inmediatas a procesos que inevitablemente duran años, y eso con todos los medios puesto al alcance de los investigadores. De manera que mientras llega la respuesta clarificadora, la que nos indique a qué atenernos, las paparruchas seguirán disfrutando de un paréntesis óptimo para su reproducción, multiplicación y divulgación. Que haya quien las crea o no, da igual: aquí no se trata de arreglar nada, sino de quitar a los que están para poner a los nuestros. Bien vale un virus semejante satisfacción.

Veo una campaña impulsada por Vox en la que el partido invita a sus militantes a pasarse a Telegram dada la censura aplicada por Whatsapp a la hora de difundir mensajes (censura cuantitativa, nunca cualitativa; el algoritmo, maldita sea, no llega todavía tan lejos, con lo que toca a los justos pagar como pecadores) y pienso, con humana solidaridad, en el CEO de Telegram al que le haya tocado lidiar con semejante marrón, madre mía la que nos ha caído encima. Recuerdo también a Isaac Asimov, cuando lamentaba que la democracia había derivado a esta película mala en la que "mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento". Lo malo es que aquella posmodernidad en la que todo quedó igualado ya nos pilla demasiado lejos. Ahora, quién sabe, a lo mejor estaría bien que, para hacer frente a las paparruchas, el presidente del Gobierno, por una vez, dijera algo. Da igual con qué corbata. Un mensaje propio del sentido de Estado, un discurso unificador, una intervención a la altura de la peor crisis que ha sufrido este país desde la Transición. Y que lo comunique por Telegram, si quiere. Todo suyo.

Las paparruchas nunca miran a los ojos de la gente. Pedro Sánchez, tampoco. Pero no basta un parte diario. Un país roto necesita pegamento. La alternativa es letal.

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