Paco Toronjo cantaba hace mil años sus célebres sevillanas bíblicas. En aquella en la que Dalila infame le corta el pelo a Sansón mientras dormía, nos enseña en su estribillo: "Sirva de aviso, sirva de aviso, sirva de aviso, que a mayor confianza mayor peligro". Se me quedó el otro día grabado después de escucharlas y me lo repetía una y otra vez, a mayor confianza mayor peligro. En esta época de miedos a la enfermedad, a la ruina, a la incertidumbre, al mal gobierno, al tiempo perdido y a tantas otras cosas, tenemos que decidir entre el miedo y la confianza, confianza que como dicen las sevillanas implica mayor peligro.

Tenemos que decidir si salimos o no ahora que ya nos lo permiten pese a que las calles dan un pánico tan extraño como el encierro que vivimos. A la hora del paseo hay más gente que en una feria, grupos que caminan en panda, en familia, en encuentros organizados, sin mascarillas ni guantes, dejándote a su paso los que corren o van en bici su expiración intensa, caliente y sudorosa. Es lo que hay. El civismo estaba durando demasiado y vuelvo a sentir cierta fobia hacia aquellos que no piensan en los demás.

Tenemos que decidir, aunque lo decidirán por nosotros, si se recupera la plena actividad económica, comporte los riesgos que comporte o, si nos mantenemos parados con el riesgo de que la economía sufra un descalabro sin precedentes. A ver quién se atreve a decir que continuemos parados y qué responsabilidad asume aquel que le dé a la palanca de puesta en marcha con una posible reversión de la pandemia. El viento sopla a favor de recuperar la normalidad, Las cifras de muertes y contagios caen, la temperatura sube, la economía se hunde, la gente se desespera y el contagio y la recaída acechan. No es fácil tomar la decisión. Salud o economía, he ahí el dilema de un mundo que además está globalizado y lo que haga el vecino nos influye, sobre todo para mal.

Tenemos que decidir si queremos un Estado sobreprotector que nos ordene y prohíba o queremos una sociedad madura capaz de controlar su miedo, de actuar y exigir responsabilidades propias y ajenas. Un Estado que nos tape los oídos y censure a los medios de comunicación o un Estado sometido al poder de la crítica. Un Estado intervencionista en el que descargar nuestras culpas a cambio de silencio y obediencia o un Estado democrático. Sirva de aviso que a mayor confianza mayor peligro. Lo dicen Toronjo y la biblia.

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