Opinión

Pepe Marín

Cómo bailan los caballos andaluces va camino de su cincuentenario

SERÁ en 2023 cuando la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre dispondrá, estamos seguros, de todo lo necesario para conmemorar con todos los merecidos honores el cincuentenario de la creación del espectáculo ecuestre ‘Cómo bailan los caballos andaluces’. Claro que antes y, he aquí el motivo de este comentario, en este 2021, en su noveno mes, habrá de conmemorar sus Bodas de Plata -1973- y, como no sé lo que habrá de depararnos el porvenir, -vivimos tiempos extraños-, me adelanto unos meses y justifico este trabajo recordando lo que aconteció entonces -1996- en el coso taurino de la calle Circo, cuando la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, mano a mano con Manuel Morao y Gitanos de Jerez, así como con la decidida voluntad organizativa y patrocinadora de la entonces Caja San Fernando de Sevilla y Jerez, y todo bajo el manto emocional de las Fiestas de Otoño, se brindó un espectáculo visual y auditivo que las aproximadamente diez mil personas –la convocatoria tuvo carácter provincial- que cubrieron absolutamente todas las localidades de la Plaza de Toros Jerezana quedaron enganchadas por el embrujo del mismo y que como una sola persona, puesta en pie y, durante minutos, tributó a Álvaro Domecq Romero -creador del espectáculo, aquella noche como un espectador más-, la más prolongada, cálida y espontánea ovación que a no dudar habrá de recordar siempre.

Ese impagable momento se produjo cuando los doce jinetes de la Real Escuela -capitaneados en dicha ocasión por Ignacio Rambla-, protagonistas de un espectáculo en el que pudimos disfrutar de números tales como el paso de cuatro, trabajos en la mano, riendas largas, aires elevados, cómo se anda en el campo y el carrusel final, saludaron hacia el tendido en el que se encontraba el rejoneador, jinete, ganadero -lenguajes distintos para una misma persona-, aplausos que se acrecentaron aunque nos pareciera imposible cuando Álvaro Domecq saltó al ruedo y, escoltado por jinetes y caballos, pisando el amarillo albero, le dio la vuelta al anillo entre vítores y palmas por bulerías.

Apoteósica fue la noche del viernes 27 de septiembre de 1996 para Álvaro Domecq Romero como lo fue para el espectáculo ‘Cómo bailan los caballos andaluces’, para la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, para la entonces Caja San Fernando de Sevilla y Jerez -la inductora- y para el grupo de artistas flamencos que, en la noche septembrina, de la mano maestra de Manuel Morao y Gitanos de Jerez, supo fundirse con las distintas evoluciones del espectáculo ecuestre dejando sonar sus negras voces Fernando Fernández Pantoja 'Terremoto' y Manuel Moneo ‘Barullo’, eclipsando con sus bailes Juan Antonio Tejero, Manuela Núñez e Irene Carrasco y arrancando las músicas magas de sus guitarras Luis Moneo y Diego Amaya.

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