Políticos de refrán

CON el paso de los años suele ocurrir que algunos conceptos, ya sea en formas de adjetivos o de sustantivos, acuden a la mente para ilustrar hechos o comportamientos que encuentran su fundamento en palabras empolvadas por falta de uso. También ocurre con los dichos y refranes, de los que nuestra lengua es pródiga, que cuando menos lo esperas acuden en tu auxilio para definir y, y lo que es más importante, sintetizar un hecho. Todo esto viene a cuento por los recientes acontecimientos vividos por el primer partido de la oposición, lo que viene siendo el PSOE, para qué eufemismos. Los he vivido con la misma perplejidad, vergüenza ajena e incredulidad que cualquier hijo de vecino. Como ciudadano mínimamente responsable me causan similares sentimientos otros tantos hechos de la política y de los políticos, a los que, por cierto, pagamos. Por ejemplo, el cinismo y la indecencia con que los miembros del gobierno (todavía en funciones) se toman los abundantes casos de corrupción que afecta al partido que los sustenta, incriminado y juzgado por más de una causa. Esa forma tan peculiar de defensa responde al esquema de la autoprotección, algo lógico y bien contrario a la conducta de sus opuestos, que han dado amplias pruebas de tendencias autodestructivas. En una manifiesta lucha de poder, que es algo innato a la propia política, no han dudado en desarrollar su batalla en público, casi en streaming. Uno, que desde pequeño había escuchado aquello de que "los trapos sucios hay que lavarlos en casa" encuentra ahora sentido al dicho en el impúdico comportamiento de esos políticos. De los unos y de los otros. Para mí no se salva ninguno, de la misma forma que no tomo partido por ninguna opción, que me son muy ajenos los articulados estatutarios. Pero sobre todo, y vistos los resultados del enfrentamiento, vuelve a la cabeza otro refrán: "para ese viaje no hacían falta (los ruidos de tantas) alforjas". ¿No les parece?