Enrique Gª-Máiquez

Realismo platónico

Su propio afán

Quizá la poesía puede ayudarnos, al sesgo, para que esta campaña electoral no pierda un algo de idealismo

13 de abril 2019 - 01:37

José Alcáraz (Cartagena, 1983) ganó un accésit del último premio Adonáis de poesía, aunque su libro El mar en las cenizas no es enteramente de poesía. Tiene algunos poemas, pero lo más llamativo son sus textos breves. Tan perspicaces, que, si uno hace la operación (ilegítima) de poner esos pocos versos seguidos, se convierten ipso facto en lo que eran: aforismos extraordinarios. Como sé que esta afirmación es muy indiscreta, pondré algunos ejemplos para que quede, al menos, como una verdad indiscreta.

«Libros cosidos, ¿qué heridas cerráis?»; o «¿Con qué palabras se manda callar al silencio?»; o éste, que parece talmente de Porchia: «Al decirme yo una verdad y no una mentira es cuando más me cuesta creer en mí». Y éste: «No es que elija siempre el camino fácil, es que me siento venir a cada instante del difícil». Y éste, ante el que muero de envidia: «Tengo un epitafio: Así está bien».

El libro también contiene poemas irreversibles, que en su minimalismo o encierran una anécdota trascendente (el que nos cuenta qué ocurrió a la muerte de su abuelo) o exponen incluso toda una visión del mundo, como en este homenaje colosal a la casa propia: «Con cinco trazos/ represento mi casa.// Con dos,/ su tejado o sus paredes.// Con uno,/ el suelo.// Con ninguno,/ el resto del mundo».

Esto daría para escribir una reseña literaria muy favorable. Pero, además, el comienzo de un pequeño poema me ha dado pie a una idea política que podría servir de capitel de una delgada y actual columna de opinión. Son sólo dos versos: «Te olvidé mucho antes de conocerte.// Llegar a ti fue rememorar un porvenir». Habla, se le adivina fácilmente, de un idealizado amor platónico, sólo soñado, evanescente, desvanecido; aunque después, el poeta, al enamorarse de alguien de carne y hueso, se reencuentra con aquel sueño. Es una combinación poderosa de ideal y verdad, de ida y vuelta, de futuro y pasado… potenciándose mutuamente.

Del mismo modo podría y debería funcionar con el resto de ideales, incluidos los políticos. Seguro que los tuvimos alguna vez y que el cansancio, el cinismo o la desesperanza nos los hicieron olvidar antes de ni siquiera conocerlos. Empieza una campaña electoral muy real y muy decisiva, pero que parece que va a girar alrededor de los miedos de la gente, nada más. No es un propósito pequeño abrigar la ilusión de rememorar (cada cual el que soñó hace ya mucho) un porvenir posible.

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