El mundo de ayer
Rafael Castaño
Una línea en la pared
LAS posibilidades de vivir la aventura imaginada están cada vez más cerca del alcance de todos. Agencias especializadas nos ponen al alcance de la mano bucear en mares lejanos, escalar cimas exóticas, adentrarnos en selvas desconocidas, caminar por desolados desiertos… hacer realidad ese sueño que nuestros héroes de la infancia nos invitaron a guardar en un cajón a la espera de poder abrirlo algún día.
Los viajes de aventura son una cosa y la aventura es otra. Hay circuitos turísticos que nos 'enseñan' el riesgo, pero bajo control. Todo está organizado para que el viajero perciba, en la medida de lo razonable, lo salvaje, lo indomable, lo desconocido, pero sin llegar realmente a vivirlo, porque para vivir una experiencia extrema, la mayoría de las veces, tienes que estar dispuesto a poner en riesgo, en mayor o menor medida, tu vida.
Si usted va, por ejemplo, al Masai Mara, en Kenia, puede observar desde un todoterreno a un león salvaje a pocos metros de distancia, puede, con suerte, verlo cazar, sentir su impresionante presencia, su fuerza descomunal, su agresividad, pero no correrá peligro alguno mientras permanezca en el vehículo, se sentirá seguro a pesar de tener tan cerca un peligro potencialmente mortal. Algo bastante diferente que caminar con un rifle, un guía y un pistero, por la sabana de Tanzania, Zimbabue o Mozambique para tratar de dar caza a uno de esos leones. Entonces, no es que sientas a la fiera, es que vives con ella. Lo que si sientes es el peligro de un riesgo cierto, indefensión ante una fuerza que te supera, puro miedo... Sabes que el animal te puede matar, sientes el escalofrío inconfundible de la posibilidad muerte.
Cada cual es libre de asumir el riesgo que estime necesario para hacer realidad un sueño, una ilusión o una pasión. Como es obvio, aceptar esa inseguridad, en la medida que lo hayamos decidido con plena libertad, implica admitir las consecuencias que cualquier situación de peligro real puede implicar. Cuando te puedes llegar a jugarlo todo -la vida-, no hay medias tintas que valgan: el "no sabía…", el "no pensaba que esto fuese así…", "me olvidé de esto o de aquello…", "quiero volver…" y un largo etcétera de posibles excusas, no resuelven la situación en la que te puedes encontrar si las cosas han ido mal. Sólo estás tú, sabías -debías saberlo, al menos- que el riesgo estaba ahí, lo meditaste -al menos, debiste hacerlo-, lo asumiste y has querido vivirlo, yo te aplaudo, por supuesto, pero nadie más que tú es responsable de la situación.
Las propias limitaciones, examinadas de modo absolutamente objetivo, son -deberían ser- la barrera que nunca debiéramos cruzar. Hay desafíos que nos superan, retos que van más allá de nuestras posibilidades reales. Ante ellos, la única opción sensata es desistir, lo contrario es una osadía con resultado trágico en el noventa por ciento de las veces. La Naturaleza -y muchos de sus habitantes- es demasiado poderosa, demasiado imprevisible como para sentarnos a jugar a los dados con ella, salvo excepción -que confirma la regla-, perderemos siempre. Hay que saber renunciar a lo que nos supera, si no lo hacemos, la aventura deja de serlo para convertirse en temeridad.
El grado de exposición al peligro es otro factor crítico en la toma de una decisión acertada. Si, por ejemplo, anhelamos nadar entre tiburones, no es lo mismo hacerlo con ejemplares de 'aleta de punta blanca' que con el 'gran blanco'. Puede que seamos capaces de escalar el Mont Blanc, pero no de llegar a lo más alto del K-2, por mucha ilusión que nos embargue, lo que no puede ser, suele resultar imposible.
El mundo virtual en el que vivimos sumergidos, desvirtúa la realidad ante nuestros ojos. Los apasionantes documentales que nos acercan al salón de casa los animales más letales o lugares recónditos y casi inaccesibles, pueden hacernos creer que están al alcance de nuestras posibilidades, pero lo cierto es que hay ocasiones en las que quedan muy lejos de ellas, sólo los podremos vivir con la imaginación.
Aceptar la realidad y nuestras posibilidades ciertas es saber reconocer un riesgo asumible. Más allá de eso, puede que todo quede en tragedia y dolor.
En memoria de todos los que murieron sin tener porqué.
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