Opinión

Pepe Marín

Rocío Jurado, quince años de su adiós

Pepe Marín y Rocío Jurado, en la Cátedra.

Pepe Marín y Rocío Jurado, en la Cátedra. / Archivo de la Cátedra de Flamencología

FUE el día primero del sexto mes del año, 1 de junio de 2006, cuando Rocío Jurado nos dijo definitivamente adiós y, el primer martes de este mes de junio, de 2021, -día uno-, quince años después, todos los medios de comunicación: prensa, radio y TV nos han recordado con profusión la irreparable pérdida de la chipionera Rocío Mohedano Jurado en su DNI; para el mundo de la canción, del espectáculo, el cine, la discografía, Rocío Jurado para siempre; mientras vivió y desde ese día señalaíto, para siempre en el recuerdo de quienes la tratamos dentro y fuera del escenario. Y como de recuerdos suelo tratar en estas mis modestas colaboraciones, yo también quiero poner en unas líneas mi recuerdo de aquellas veces –múltiples-, en que me cupo el alto honor de ser su abanderado al presentarla en los más diversos espectáculos y ocasiones: en Jerez, Sanlúcar de Barrameda, Arcos de la Frontera, Chiclana y su Chipiona de su alma -en su pueblo en diversas ocasiones-.

La primera vez en que tuve la satisfacción de presentarla ante un público mayoritario –la conocía apenas de cuando los festivales del Moscatel en su pueblo y ella saludaba al personal asistente ejerciendo sencillamente de embajadora de la fiesta-, fue en Sanlúcar de Barrameda, en la terraza del cine de verano El Cinema, ubicado en la Calzada, compartiendo cartel con Los Doñana, Romeros de la Puebla, Amigos de Gines, El Pali y otros grupos y solistas cuyos nombres siento no recordar.

Fue uno de los grandes festivales veraniegos de las Fiestas del Guadalquivir sanluqueñas centrado especialmente en las sevillanas. Rocío interpretó sus canciones, aquellas primeras de entre la que destacaba por encima de todas las demás, “Un rojo, rojo clavel…”, posiblemente una de las canciones que le proporcionó el mayor éxito desde el comienzo hasta los últimos días de su trayectoria artística.

Otro de los encuentros que durante mi actividad como presentador mantuve con la de Chipiona aconteció en Jerez, en la antigua sede de la Cátedra de Flamencología y Estudios Folclóricos Andaluces, calle Quintos, 1, el día 5 de julio de 1979, presentando el doble LP “Por derecho” que, con el mimo y admiración que le profesó siempre el gran poeta arcense Antonio Murciano, le había preparado para el lucimiento de ésta con el respaldo guitarrístico nada más y nada menos que de Paco Cepero y Enrique de Melchor.

A partir de ahí nuestras vinculaciones profesionales se prodigaron y, fue en Arcos de la Frontera, cuando el Ayuntamiento de dicha población le hizo entrega, en el transcurso del anual festival flamenco denominado “Velá Flamenca de las Nieves”, de la Medalla de Oro conmemorativa en el transcurso de una sofocante noche de verano; noche que me hizo revivir la comedia de José María Pemán -en la que años antes había tomado parte- titulada “Noche de levante en calma”, porque fue una de las noches más asfixiantes y calurosas de aquel verano, sólo sobrellevada gracias al arte de la Jurado. Después, ya en la madrugada del día siguiente y, en torno a más de una copa de Jerez, bien frío, charlamos y fotografiamos con profusión.

Chipiona, su pueblo, su Ayuntamiento, nos convocó en el Polideportivo local en respuesta a la programación promovida por miembros de la sanluqueña familia de los Muñoz –Isidro, el patriarca (q.e.p.d.), Manolo, Isidro, José Miguel, María, Pichuli-. Rocío

tuvo uno de sus mayores éxitos –éxito que se prolongó hasta el último de sus días y aún hoy sigue sonando en emisoras de radio y en versiones de jóvenes intérpretes- en torno a la canción creada por el extraordinario autor jerezano Manuel Alejandro, titulada “Paloma brava”. Por cierto que al término de su actuación, Rocío Jurado fue obsequiada en el propio escenario con una descomunal tarta reproduciendo “La paloma brava”. Los aplausos y olés en honor de autor y cantante fueron incesantes durante y después del concierto. Una vez más coincidimos en Chipiona; en dicha ocasión en respuesta al llamamiento que me hiciera la Asociación de Jubilados/as de la localidad a fin de que, en nombre de todos/as ofreciera –en el transcurso de una cena celebrada en un céntrico hotel-, un sencillo e íntimo homenaje a la cantante a modo de respuesta al recibimiento que ella ofreció en su domicilio madrileño a la embajada chipionera desplazada con anterioridad hasta la capital de España.

Chiclana, en una de aquellas multitudinarias noches flamencas celebradas en la Caseta Municipal organizadas por Juan Izquierdo –de entre todas ellas y fueron muchas destaco como inolvidable en participación artística y de espectadores “La Parpuja”-, que pasado el tiempo retomó el Ayuntamiento y en una nueva vuelta de tuerca, en una plaza de toros portátil; así como aquellas otras, folclóricas, dedicadas a la mujer, compartiendo cartel con Marifé de Triana, Lola Flores, Estrellita Castro y… una cita en la que no pude estar presente debido al retraso de la cantante en acudir a la misma a la sede de la Dirección General de la entonces Caja de Ahorros de Jerez, en el edificio conocido como “La Moncloita”, a fin de presentar el LP de la serie “Así Canta Nuestra Tierra en Navidad”, protagonizado por ella con la siempre inspirada guitarra de Manuel Fernández Molina “Parrilla de Jerez” y el Coro tradicional de la colección, en un trabajo cómo todos los de la serie, de Juan Pedro Aladro.

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