HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Saharauis

18 de noviembre 2010 - 01:00

EN remotos secarrales que fueron de España, y donde hicieron la mili muchos españoles, viven los saharauis con su h aspirada. En realidad su gentilicio antiguo en español es sahariano, sin aspiración de la h; pero el desierto del Sahara, sin aspiración y pronunciación tradicional llana, es muy grande. Para distinguir a los habitantes de la antigua provincia española del resto de la escasa población del desierto, se adoptó la denominación de saharaui. El pueblo saharaui, al igual que el palestino, son invenciones de la conveniencia política: ninguno de los dos ha existido nunca ni aparecen en las crónicas antiguas como pueblos de etnia y cultura diferentes de las de sus vecinos. La fundación de Israel y la invasión marroquí del Sahara Español fueron pretextos de la URSS para apoyar movimientos de liberación supuestamente de izquierdas. En el nombre República Árabe Saharaui Democrática sólo hay una posible verdad: república. La izquierda europea aplaudió la descolonización prematura de África antes de que se formaran clases dirigentes y sentimientos nacionales.

La izquierda europea, aunque menos que la española, sigue en la inopia: los movimientos de liberación africanos y de todo el mundo fueron, y serán, minorías violentas para forzar, por medio de golpes de Estado o guerras civiles tribales, la implantación de dictaduras socialistas, la auténtica vocación del socialismo internacional en vida de la URSS y aún hoy. Estos movimientos liberadores, en principio laicos, han derivado hacia el islamismo político, otro argumento para hacer la guerra y fundar dictaduras. El gobierno de España, presuntamente de izquierda, tiene el corazón repartido entre la vecina dictadura marroquí y la lejana, y aún de pretensión, de la república popular democrática, o ya islamista, saharaui. No sabe qué hacer. Con Israel está claro: apoyar el islamismo contra la democracia israelí. Lo tuvo claro también con Honduras: defender a un frustrado dictador, a quien el parlamento de su país había llamado al orden constitucional para impedir otra dictadura bolivariana.

La derecha española tiene fama de hipócrita; pero la izquierda, además de hipócrita, empieza a dar señales de trastornos de la conducta por contradictoria. Lo mismo que en España intenta cambiar la condición humana desde el poder, en lugar de usar el poder para procurar el bien común teniendo en cuenta la condición humana, le gustaría que en el mundo hubiera muchas dictaduras revolucionarias democráticas socialistas, aunque no fueran ni socialistas ni democráticas. La democracia siempre fue una traba para el socialismo. Su amoralidad le permite consentir las chulerías de Marruecos, que aprovecha la debilidad del Gobierno socialista para ridiculizar a España, en lugar de seguir la antigua tradición moral, ética y estética, de ponerse de parte del más débil.

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