Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
AVECES nos confundimos y pensamos que un policía local tiene verdadero poder, por ejemplo, cuando te sanciona con tres puntos menos y 96 euros por hablar por teléfono conduciendo, sin necesidad de comunicártelo sobre la marcha. Al recibir la notificación en tu domicilio, dos meses después, eres incapaz de recordar qué hiciste aquél día y caes en la cuenta de que estás a merced del todopoderoso: ¿Conducías tú? ¿Era tu mujer, tu cuñado quizá? ¿Era tu coche? ¿Por qué no te lo dijeron al instante? Todas las respuestas las tiene el agente. La normativa te exige fe ciega en su trabajo y es entonces cuando piensas que tienen algo especial, una vista de lince sin ir más lejos, aunque no tengan recursos para trabajar en condiciones óptimas, tal y como denuncian vestidos de romanos. También opinamos a menudo que los políticos gozan de un poder divino que les permite mentir impunemente, cuando no realizar su tarea, a veces, desde la irresponsabilidad. Parece algo mágico, les ves subidos en su púlpito y de repente les concedes una importancia que en la mayoría de las ocasiones no merecen, visto lo visto y oído lo oído. Grabas sus discursos vacíos para luego dejarlos escapar por el primer sumidero de tu memoria. No nos damos cuenta de que somos nosotros los que elegimos y que por tanto su poder es relativo. Esta semana la oposición se limitaba a lo de siempre, a añadir leña al fuego quizá a la espera de que todo se derrumbe para heredar no se sabe qué, a la vez que algún gobernante se excusaba para subrayar algo de Perogrullo: que se va de vacaciones adonde quiere y cuando le da la gana. Antes de irse ya lo hizo público como aquel náufrago del chiste que ligó con Claudia Schiffer y lo primero que hizo fue contarlo a los amigos. En fin, aunque prestemos tanto tiempo a estos últimos y paguemos las multas religiosamente, policías y gobernantes no tienen tanto poder. Y mucho menos el portero de discoteca, por más que lo crean los jóvenes. Quien tenía poder verdadero, ése que ni se compra ni se vende, era Michael Jackson, capaz de transmitir emociones y movilizar a la masa, el único al que le quedaban bien los calcetines blancos. Elvis también lo tenía, igual que Lennon, gente como Eastwood lo tiene en la actualidad. O el mismo Coppola. Camarón, Mercé..., personas capaces de convertir un soplo de inspiración en una obra que conmueve y te hace sentir vivo.
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