tribuna libre

Javier Fernández Salido

Siempre Jerez Industrial

APRECIADOS amigos: Es para mí un honor poder dirigiros estas palabras de agradecimiento por el cariño con el que seguís recordando a mi abuelo, y gran amigo, Antonio Salido, fundador de nuestro querido club, el Jerez Industrial CF. Son muchas las memorias de la infancia en torno al Jerez Industrial, pero, ante todo, me gusta recordar el espíritu noble con el que mi abuelo Antonio seguía los lances de nuestro equipo, huyendo de cualquier fanatismo y rivalidad malsana, de manera que siempre imperara la cordialidad, la camaradería, la alegría, la deportividad y, sobre todo, el buen humor.

Nuestro club tiene una historia singular. Son más de sesenta años ya, participando en competiciones oficiales de los distintos escalafones de la RFEF. Algunos años más, incluso, si se tiene en cuenta la trayectoria del equipo antes de que se diera el salto a la oficialidad. Lo que comenzó siendo un equipo en el que jugaban compañeros de empresa, pronto dio lugar a una trepidante aventura, gracias a la cual el Jerez Industrial CF se convirtió en un club de referencia en la categoría de bronce del fútbol español, representando con dignidad el nombre de nuestra ciudad por muchos de los mejores estadios de España, con ascenso a Segunda División incluido. Luego llegaron años difíciles, muy difíciles. Y qué contar de los monumentales problemas, obstáculos e intrigas que han acaecido durante las últimas temporadas, cuya extraordinaria peculiaridad no sólo daría para escribir muchas páginas en la historia del fútbol jerezano, sino que incluso ha acabado trascendiendo a la prensa deportiva nacional e internacional.

La realidad es que éste siempre ha sido un club modesto y, además, orgulloso de serlo. La bravura y la humildad con la que el equipo ha sabido navegar en aguas, normalmente, muy revueltas han forjado el espíritu industrialista y la personalidad de una afición a la que sólo puede clasificarse como irreductible frente al desánimo. Valores como la humildad, la fidelidad, el afán de superación ante la adversidad, la afinidad entre afición y equipo, el espíritu de familia, la identificación con la cantera, nos han permitido durante decenios competir en inferioridad de oportunidades frente a adversarios mucho más poderosos, además en un contexto en el que nuestro club ha sido ignorado, frecuentemente, por las instituciones locales o la prensa. Todo sin olvidar, nunca, que esto no es más que un deporte, en el que los aficionados llevamos con orgullo nuestra capacidad de resistir ante la dificultad.

Por motivos personales -vivo fuera de Jerez y tengo un niño con una enfermedad degenerativa muy grave - hace años que no voy al estadio a disfrutar con nuestro equipo, en sana camaradería con los otros aficionados. Aún así, me resulta emocionante comprobar que bien se esté en Segunda B, bien en Regional Preferente, bien se visiten estadios de primera categoría, bien campos de albero, nuestra pequeña, pero irreductible afición, sigue ahí, incansable, como siempre. Conscientes de que nuestro singular club forma parte del patrimonio y de la historia de nuestra ciudad, y de que, por muy formidables que sean los problemas económicos y las dificultades de todo tipo, la leyenda industrialista no puede extinguirse. Se lo debemos a los industrialistas que ya no están, a los que estamos, y a los que todavía no están. Como tampoco pueden caer en el olvido muchos de los extraordinarios futbolistas que han vestido una elástica con tanta historia, algunos de los cuales incluso alcanzaron la internacionalidad, mientras que otros, quizá con más mérito aún, permanecieron en el club durante largos años para dejar una huella imborrable en la épica industrialista, como estoy seguro de que será el caso de alguno de los chavales que en la actualidad defienden la camiseta blanquiazul.

Me pidieron ilustrar estas palabras con una foto mía, cuando iba de niño al Estadio Domecq con mis abuelos. La realidad es que no he sido capaz de conservar recuerdos tan remotos, y no la tengo. Sin embargo, sí que conservo las últimas imágenes que tomé de mi abuelo en vida, con ochenta y muchos años, aproximadamente un año antes de que falleciera. Y también quiero acompañarla con otra de uno de sus biznietos, mi hijo Lucas, socio industrialista de cuarta generación, en su silla de ruedas, con nuestra camiseta y nuestro originalísimo escudo. Lucas nació pocos meses antes de la muerte de mi abuelo. Debido a su enfermedad, los médicos nos dijeron que nunca cumpliría el año de vida. La semana pasada, cumplió diez años. Él es el vivo ejemplo de que, con determinación ante las dificultades, lo que parece imposible puede hacerse posible. De igual manera, estoy convencido de que con determinación, unidad, mano izquierda y sentido común las dificultades actuales del club se superarán, y de la misma forma que el Jerez Industrial CF ha cumplido sesenta años, algún día llegará a cumplir seiscientos.

Así que, queridos amigos: Siempre Jerez Industrial.

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