Tierra de nadie
Alberto Nuñez Seoane
Palabras que el viento no se lleva
UN amigo pensó, nada más ver la primera página de ayer de El Mundo, lo que muchos otros lectores pensarían: ¿cómo es posible que ese periódico le haya dado media portada a la foto sugerente de una protagonista de Gran Hermano o de Operación Triunfo?
Hasta que miró el rostro de la retratada y leyó el texto que acompaña a la fotografía bajo el título A solas con Soraya. La Soraya publicitada no era ninguna jovencita retrechera y desahogada de la televisión excrementicia o concursante, sino Soraya Sáenz de Santamaría, la portavoz parlamentaria del Partido Popular, en carne mortal, que desnuda su alma en un reportaje que se publicará mañana.
Hay que ver esta pose con toda normalidad. Con toda la normalidad con que merecen verse este tipo de frivolidades. Motivos para escandalizarse no se dan, aunque las noticias que nutren estos últimos meses la actualidad española -la nutren hasta el empacho- no acompañan el sentido del reportaje. No sé yo si lo que la gente que lo está pasando mal y teme pasarlo peor necesita es que sus representantes dediquen un tiempo, el que sea, a lucir trapitos, piernas y visajes seductores. Es lo mismo que se achacó en su día a la vicepresidenta Fernández de la Vega y las ministras del anterior gobierno socialista cuando posaron para la revista Vogue. El glamour superficial casa mal con la crisis. Provoca indignación y un vago resentimiento.
Lo que extraña es que las mujeres que se dedican a la política, que suelen apoyarse por encima de las ideologías cuando alguna de ellas es víctima de algún comentario machista o menosprecio a su condición femenina, no resistan la tentación de mostrar, y con vocación de audiencia masiva, lo más superficial de sí mismas. Se indignan cuando los periodistas relatan en sus crónicas cómo van ellas vestidas o maquilladas y se quejan, con razón, de que nunca cuentan los cronistas qué trajes llevan los políticos hombres. Algunas, sin embargo, no pierden ocasión de proyectar su imagen más frivolona, sometiéndose a largas sesiones de estudio fotográfico, con peluqueros, maquilladoras, productores y modistos conjurados para encontrar su perfil más insinuante. ¿De qué se quejan, pues?
Esto que escribo no tiene nada que ver con la moral. Yo siempre preferiré la derecha de Sáenz de Santamaría a la derecha de Rouco Valera. Tiene que ver con la coherencia, ya digo que sin lugar para el escándalo ni el rasgamiento de vestiduras. En realidad, lo único que me intriga es la frase de Soraya sobre Rajoy: "Me engatusó. Cuando le conocí, me rompió los esquemas". Eso tienes que explicarlo, Soraya, incluso a más de medio Partido Popular, que aún no ha sabido apreciar el carisma de Rajoy. Por caridad.
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