Estos días, he estado ordenando papeles que estaban en la casa en la que viví los primeros años de mi vida. He tirado muchos, he recordado detalles que ocurrieron en otro siglo, pero, sobre todo, he vuelto a ojear mi modesta colección de tebeos. Tengo que reconocer que, por un rato, ha sido como volver a la infancia y a la adolescencia. En esas etapas de mi vida pasé mucho tiempo esperando, deseando que llegase el fin de semana. Casi siempre el sábado acudía, primero acompañado, luego solo, a comprar el Tiovivo. Había otros, muchos, pero mi favorito era siempre el Tiovivo. En él siempre encontraba una nueva travesura de los hermanos Zipi y Zape, hijos de don Pantuflo Zapatilla, eminente catedrático de Colombofilia y Numismática. También aparecía don Pío. Oficinista, como se decía entonces, de humildes ingresos. Siempre intentando ascender de clase social. Qué decir de las hermanas con los nombres más curiosos de la historia de los tebeos: Leovigilda y Hermenegilda. Las hermanas Gilda, claro. He continuado pasando páginas y he vuelto a admirar los ripios que acostumbraban añadir al nombre de los personajes: Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte; los señores de Alcorcón y el holgazán de Pepón, o el profesor Tragacanto y su clase, que es de espanto. Eran estos tebeos auténticas joyas que no se vendían en joyerías. Ni en grandes almacenes. Se vendían en unos sitios maravillosos llamados quioscos. En aquellos tiempos estaban llenos de tebeos. En la plaza de San Andrés, en la barriada España, en la plaza Esteve, en la Porvera, frente al, entonces, colegio de los Marianistas, o en la esquina de la Chancillería. Ya sé que ninguno de estos existe ya, pero en ellos era donde yo recogía mi Tiovivo. También había otros como el Pulgarcito, el DDT, o Jaimito. Se acaba la columna y se me amontonan los recuerdos. No les ha hablado del gran Ibáñez, ni de Vázquez (menudo personaje), ni Escobar, ni Peñarroya, ni Benejam,… Tampoco de Mortadelo y Filemón, ni de Pepe Gotera y Otilio, ni de 13 Rue del Percebe. Por eso termino con un toque de modernidad. Busquen en Internet. No es lo mismo, pero están todos. (Dedicado a mi amigo y dilecto lector Juan Antonio García Ramos).

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