CATAVINO DE PAPEL

Manuel / Ríos Ruiz

La Tauromaquia, una devoción lorquiana

13 de agosto 2009 - 01:00

A la memoria de Manuel Liaño

AHORA que está transcurriendo la temporada taurina con plenitud, recordamos que le dedicamos un capitulo a la opinión de los intelectuales y otro a las artes y las letras en nuestro libro "Aproximación a la Tauromquia", pero hoy nos interesa glosar concretamente la relación con el tema de Federico García Lorca, porque además de su poema "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías", el inmortal poeta granadino dejó constancia de su interés por la tauromaquia en charlas y diversos apuntes. Por ejemplo, en mil novecientos treinta y cinco, un año antes de ser asesinado, concretamente el día diez de junio, apareció en "El Sol", diario madrileño, una entrevista en la que declaraba: "El toreo es probablemente la riqueza poética y vital mayor de España (…) Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo (…) La plaza de toros es el único sitio adonde se va con la seguridad de ver la muerte rodeada de la más deslumbradora belleza".

En uno de sus ensayos en torno las letras taurinas, Rosario Cambria se ha preguntado el por qué de tamaña devoción lorquiana, contestándose mismamente: "Su actitud positiva hacia los toros no es una cosa bien razonada e intelectual, sino más bien una preferencia emotiva y subjetiva, determinada principalmente por factores subconscientes y menos que racionales". No lo creemos así, porque Federico García Lorca desarrolla lúcidamente su entendimiento de la tauromaquia en "Teoría y juego del duende", donde se puede leer: "En toda la liturgia de los toros, auténtico drama religioso donde, de la misma manera que en la misa, se adora y se sacrifica a un dios".

¿El toro es para Federico García Lorca el símbolo de un dios que lo mismo se adora que se sacrifica? Lo que sí deja bien claro, es que para él en la corrida de toros se revela en el hombre "sus mejores iras, sus mejores bilis y su mejor llanto", dado que la considera un drama donde el "duende" "adquiere sus acentos más impresionantes, porque tiene que luchar, por un lado, con la muerte, que puede destruirlo, y por otro lado con la geometría, con la medida, base fundamental de la fiesta". Además, Federico García Lorca no limita la existencia del "duende" a una sola clase de torero, al menos señaló cuatro tipos de "duendes" del toreo: "Lagartijo con su duende romano. Joselito con su duende judío. Balmonte con su duende barroco y Cagancho con su duende gitano, enseñan, desde el crepúsculo del anillo, a poetas, pintores y músicos cuatro grandes caminos de la tradición española".

Desde Francisco de Quevedo y Villegas, el gran clásico, con su composición "Fiesta en que cayeron todos los toreadores", numerosos poetas han cantado a la Tauromaquia, pero posiblemente ninguno con la devoción ardorosa que la sentía Federico García Lorca, de ahí que su poema "Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías", sea la elegía más profunda e importante de la poesía española contemporánea.

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