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HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Las Tesmoforias

Fiestas griegas muy celebradas, adoptadas por Roma, en honor de Deméter-Ceres en su advocación de los Dolores, pues se recordaba el rapto de su hija Perséfone-Prosérpina por Hades-Plutón. Como es sabido, Hades raptó a Perséfone, y Deméter, su madre, diosa de la fertilidad de la tierra, dispuso que no naciera ningún fruto, ni cereal ni hierba hasta que su hija le fuera devuelta. Zeus intervino y Deméter aceptó que su hija pasara seis meses con ella, el tiempo del nacimiento y sazón de las cosechas, y otros seis con su marido, la época de la tierra dormida. Eran fiestas femeninas que duraban tres días, del 10 al 12 ó 13 de octubre, y su fin era promover la fertilidad de la tierra en vísperas de la siembra. En Roma se añadieron los Juegos Capitolinos en honor de Júpiter Ferentino y el sacrificio del October Equos. El cristianismo transformó las tesmoforias en otros rituales, entre ellos la bendición de los campos.

Eran fiestas muy decentes precedidas de nueve días de abstinencia sexual. El primer día, llamado Anodos, las mujeres iban en procesión al templo de la diosa en el monte Pnike, en Grecia. En Roma la procesión se dirigía al mar o un río cercano y mezclaban cereales sanos con las ofrendas, ya podridas, que los campesinos habían enterrado unos meses antes y los esparcían por los campos. (Esta ceremonia se hacía en Grecia el tercer día.) El segundo día, llamado Nestéia, se ayunaba tanto en Grecia como en Roma, las mujeres vestían de luto por la pérdida de Perséfone y hacían una procesión de noche con antorchas en un simulacro de búsqueda de la hija de Deméter. El tercer día, llamado Callegéneia, era de alegría y las romanas hacían una serie de ofrendas y rituales a la diosa para implorarle una buena cosecha. Aunque eran ritos de fecundidad, no se hacía nada que manchara la honra de las mujeres.

Al mismo tiempo que las mujeres homenajeaban a Deméter, los hombres honraban a Meditrina, divinidad curandera y de las viñas. Se le ofrecía vino viejo y nuevo con un ritual: "Bebo vino viejo y nuevo para remediar las enfermedades viejas y nuevas". Se regaba el altar de Meditrina con estos vinos, bebían los oficiantes y después el pueblo. Antes de terminar con todos estos festejos se sacrificaba un caballo, el October Equos, un rito algo cruel: se le cortaba la cola al caballo de la derecha del carro ganador en una carrera y se le dejaba correr para que su sangre fertilizara la tierra. Luego, una vez sacrificado el caballo y quemado, menos la cabeza, se le entregaban las cenizas a las vestales, ingrediente para una especie de pomada purificadora llamada suffimen. La cabeza se la disputaban los vecinos de diferentes barrios en una lucha. Los ganadores la colocaban en lugar preeminente cerca de sus viviendas. Todos quedaban satisfechos y seguros de que la próxima cosecha sería abundantísima.

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