Luisa Fernanda Cuéllar

Valores al alza

La columna

17 de abril 2020 - 01:31

Vivimos días difíciles con la pandemia del coronavirus, días largos en los que la palabra sufrimiento ha tomado protagonismo para muchas familias. Un sufrimiento que parece no tener sentido, que no es justo, que ninguna persona se lo merece. Surgen inevitablemente el por qué y el para qué, sin embargo, estos cuestionamientos tienen el peligro de terminar en un callejón sin salida.

Conforme pasa el tiempo del confinamiento voy notando los efectos del mismo no solo en mis actividades, sino en mi estado de ánimo, en mis prioridades, en mi concentración y hasta en mis recuerdos. Estos días de encierro han terminado por desarrollar en mí una intolerancia a la estupidez, a la ignorancia y a la hipocresía. Estoy harta de muchas cosas, entre ellas de algunos políticos que se empeñan en ser más marionetas que líderes, más de manual de instrucciones que estrategas, más de improvisación que estadistas. No comparto sus discursos, desconfío de sus decisiones y percibo su hambruna de ideales. La epidemia está poniendo a cada uno en su lugar y tarde o temprano ellos quedarán difuminados lo mismo que un mal boceto bajo la pintura de un cuadro.

He visto con indignación como los que construyeron este país se han visto relegados al último lugar y a morir solos porque otros así lo decidieron. Yo reniego de ello. Yo no quiero que nadie me diga dónde debo morir, ni cómo ni cuándo, porque morir es un acto íntimo, el último y más personal de la existencia. Es ahí donde se repasa la vida y se pone todo en una balanza.

El mundo ha dado un giro y nos ha presentado una cara poco halagüeña en la que habrá severas consecuencias sociales y económicas. De nosotros depende que uno de los efectos de la pandemia sea el aprendizaje de que no se necesitan tantas cosas materiales para ser felices, que un abrazo, una sonrisa y un te quiero pueden valer más que cualquier capricho pagado con dinero. Es la oportunidad de heredar a los hijos un mundo con menos opulencia pero con más fraternidad humana.

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