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Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

“Vamos a morir. ¡Mami, la amo!”

Vamos a morir. ¡Mami, la amo!” La frase se repite en mi cabeza como una letanía. En vísperas de los ángeles custodios, le cogió el relevo de su ángel de la guarda. El mensaje ha estremecido conciencias, ha creado una cadena emocional. El amor y la muerte son las dos columnas vertebrales de la existencia que se han visto unidas por mor de la fatalidad. Nacemos para amar y para morir. Son los temas centrales del arte, de la literatura y de la música. “Vamos a morir. ¡Mami, la amo!” La frase lo dice todo. Un día escuché a Antonio Muñoz Molina decir que hay novelas cuyo argumento está en el título. Madame Bovary, por ejemplo. Ese réquiem en primera persona es la antesala de una pérdida pero también un soplo de esperanza para la mami que la tuvo en sus entrañas, que fue carne de su carne. No se puede hacer literatura barata ante un hecho tan dramático, pero la frase pone a quien la dice y a quien se dirige en protagonistas del poema de Petrarca Un bel morir con el que Álvaro Mutis tituló uno de los relatos de Maqrol el Gaviero. Debió ser una muerte espantosa. Pero esas palabras abrieron en el horror un territorio de belleza. Encierran tantas cosas. Un tributo a la lengua que compartimos con un océano de por medio; un reconocimiento a la familia, esa institución que se ha convertido en el objetivo prioritario de estas nuevas justas medievales que se celebran en el fango de las redes sociales.

La muerte es muy lista, decía Ricardo Corazón de León en la película Robin y Marian. El otro día se disfrazó de dj para llevar el dolor a muchas familias. Se metió en un espacio donde la muerte parecía un ámbito ajeno, donde el ritmo lo marcaban palabras como juventud, alegría, diversión. “Vamos a morir. ¡Mami, la amo!” El infierno se había colado en la discoteca, pero sus palabras consiguieron formar un trozo de cielo. La primera vez que fui a Murcia, a la jura de bandera de mi hermano Juan en la base de paracaidistas de Alcantarilla, dieron en el autobús la noticia del asesinato de John Lennon. Cielo e infierno aparecen en su canción Imagine: “Imagina que no hay paraíso/ es sencillo si lo intentas/ no hay infierno bajo nosotros/ y arriba sólo tenemos el cielo”. Esas palabras para su madre que hacía públicas su padre emocionado van directas al paraíso. El amor es mucho más fuerte que la muerte. Es una voz preciosa, cristalina. Llena de respeto filial, mami la amo, el usted de la reverencia en estos tiempos del tuteo indiscriminado. Son la nueva España de un país cada vez más viejo e indolente en plena recesión demográfica. Ellos que vinieron de tan lejos para vivir, para trabajar, para enamorarse y, ay, para morir, son los últimos patriotas. Mami es la palabra que más se pronuncia en nuestra casa. Apócope del cariño, la cercanía y el abrazo. Su mamá la mima. Mami, la amo. Las llamas que la rodeaban en la terrible pira de la negligencia son luces para nuestra esperanza.

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