Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
¿Por qué la Hermandad de la Borriquita se ha llevado este año la palma de las zambombas jerezanas?
H ACIENDO limpieza en casa con la intención de aligerarla, son muchos los objetos que trasteando han desempolvado mis recuerdos. Sacándolos de sus guaridas, seleccionando lo que conservaré y lo que no, he llegado a la conclusión de que me resulta más fácil deshacerme de las telas que de los papeles. Algunos tan bien guardados estaban, a recaudo del polvo, de ratoncillos y las inclemencias del paso del tiempo, que volverme a reencontrar con ellos ha sido todo un descubrimiento, una sensación de emociones encontradas. Destaco del rescate las revistas literarias. Revistas que mi hermano fue coleccionando por aquellos tiempos en los que entonces a mí me interesaban más las telas.
De entre todas estas maravillosas reliquias encuadernadas que recupero con una mente madura y conocedora de su verdadero valor y que ahora me proporcionan gratísimos ratos de lectura, quiero destacar los cinco ejemplares que conservo de la revista Los cuadernos del Norte y que treinta y dos años atrás he visto en casa de mis padres en la estantería de mi hermano. Sé que eran muchos más pero no sé dónde han ido a parar los otros ejemplares. Cuando se publicaban lo que llamó mi atención fue su elegante y cuidada encuadernación, pero también recuerdo que en algunos intentos que hice por acercarme a su lectura desistí. Las cosas de la edad que te llevaban a interesarte por otras cosas.
Tenerlos ahora entre mis manos me ha hecho rememorar la librería Praxis de Algeciras, en Blas Infante, en las que entonces las veía y que tantas veces visité cuando nacía el deseo de hacia dónde quería enfocar mis estudios. Y es que allí me sentía como en casa. Y es allí, en aquel pequeño santuario de las letras, donde mi hermano compraba esta revista por trescientas pesetas, al igual que un sinfín de libros de los que no se separó en cada mudanza a las que el amor le fue llevando.
El número 21 de septiembre-octubre del año 1983 me ha hecho rescatar una fascinante novela. Una entrevista a su autor, cuando por aquel entonces estaba vivo, revivió mi interés por su obra. Hablo de Juan Rulfo, este prodigioso escritor que afirmaba que la realidad es limitada y misteriosa y a quien el éxito no le importó nunca.
Pedro Páramo, síntesis del mundo rulfiano, traspasa las fronteras de la muerte para mostrarnos la soledad de los personajes, incluso, más allá de la misma muerte. Ha sido, sin duda, el viaje más alucinante del verano.
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