Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
¿Por qué la Hermandad de la Borriquita se ha llevado este año la palma de las zambombas jerezanas?
El presidente del Gobierno, metido en campaña, decía el otro día en Extremadura que “a la ciudadanía le renta este Gobierno”; declaraciones que se solapaban o casi con las del señor Rufián, quien exigía al señor Sánchez “que no les haga pasar más vergüenza” con los casos de corrupción y acoso vinculados a su partido y su Gobierno. Lo cierto, sin embargo, es que no queda muy claro que a la ciudadanía española le rente el actual Gobierno, en varias cuestiones determinantes (sin ir muy lejos, somos subcampeones europeos en pobreza infantil). Y, por otro lado, tampoco importa demasiado si el señor Rufián pasa o no vergüenza al apoyar al señor Sánchez. Más interesante, sin duda, es que ni el señor Sánchez ni el señor Rufián causen sonrojo alguno a sus administrados. Lo cual, como vamos viendo, está lejos de ocurrir.
El señor Sánchez presume de Gobierno cuando carece, por tercera vez, de Presupuestos Generales del Estado (el nervio caudal de un Gobierno son sus presupuestos), y por tanto se ve manifiestamente impedido para gobernar. Sus más notorias acciones, además del recurso al decreto-ley, han resultado ser acciones encaminadas a continuar en el poder mediante el beneficio de sus socios y el perjucio de los intereses generales de la nación; valga de ejemplo el llamado cupo catalán. También con una notable voracidad impositiva que ha afectado a las clases medias y bajas, mientras que la inflación jibariza, por el otro extremo, los sueldos reales del trabajador. Asuntos ambos, por cierto, que podrían llevar a preguntarnos sobre la utilidad de los sindicatos en España.
En fin, volviendo al narcisismo de nuestros políticos, hay que reconocer que esta inversión de los razonamientos no es nada nueva. Celeste, la criada del señorito Proust, pensaba que no nevaba en París porque habían arrojado sal en las aceras. De forma parecida, tanto el señor Sánchez como el señor Rufián confunden sus necesidades, o sus más tiernos sentimientos, con los intereses generales del país al que sirven. Uno quisiera que el señor Sánchez no se viera precisado a resistir a todo trance; por la misma razón que uno recomendaría a don Gabriel Rufián que deje de sentir vergüenza a la mayor brevedad posible. No es necesario que se sacrifiquen por España en holocausto. Bastaría con gobernar honestamente, en aras del interés común.
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