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José Antonio Carrizosa
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La misma noche en que se conocieron los resultados de las elecciones, Maruja Torres, periodista sin par, escribió en su cuenta de Twitter: “Viva España”. No pudo resumir mejor la jornada y su alcance. Sí señora, que viva, y por muchos años, este país nuestro que dejó claro lo que quiere y lo que no quiere, enviando así un mensaje esperanzador a una Europa azotada por vientos ultramontanos. Para algunos de sus seguidores, pareciera que Maruja le hubiera mentado a la bicha. Sin más contemplaciones, la tacharon directamente de facha. Cómo es posible – le decían– siendo, como eres, de izquierdas de toda la vida, que sueltes ese ¡Viva España! Ay, ese viejo complejo que acarrean algunos sectores de la izquierda, desde que –tiempos de la transición– hicieran dejación de unos símbolos, que eran de todos, para uso exclusivo de la derecha. Craso error, aunque habida cuenta de dónde veníamos podía entenderse. Aún recuerdo, en mis tiempos universitarios, las pegatinas con la bandera nacional que llevaban en los relojes los partidarios de Fuerza Nueva. Para muchos ciudadanos los símbolos nacionales olían al rancio cuartelero de la dictadura, a cuyos herederos la izquierda los cedió sin pena ni gloria. Desde entonces, y salvo contadísimas excepciones, llevar la bandera o vitorear a España, se asocia con las derechas: la de siempre y la extrema. Si le unimos que el desarrollo autonómico propició la creación, o reverdecimiento, de otros himnos, patrias y banderas, el reparto se acentuó aún más si cabe. En la pasada campaña, se ha llegado a pedir el voto “por la España verdadera” y “para nosotros, que somos los patriotas”, a falta de otros eslóganes, y como si el resto de la ciudadanía viviera en otro país, o les diera igual tener patria que no tenerla. Pues mire usted, va a ser que no. Los símbolos del Estado son de todos sus ciudadanos, y así debemos reivindicarlos: con sincero orgullo y sin utilizaciones perversas. Y sí, creo que se tendría que estipular con claridad su uso. Lo hacen en países de nuestro entorno, como en Alemania, donde está prohibido utilizar los símbolos nacionales en actos partidistas (Angela Merkel llegó a parar un mitin de su partido, la CDU, y no prosiguió hasta que quitaron unas banderas alemanas que había aparecido entre el público asistente). Pues eso mismo, toca reivindicar nuestros símbolos de una vez por todas. Con el orgullo de saber que formamos parte de una España única y diferente, plural y diversa, inclusiva y solidaria, me uno a ti, querida Maruja: ¡Viva España! Y librémonos, de una vez por todas, de los fantasmas del pasado.
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