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CATAVINO DE PAPEL

Manuel Ríos Ruiz

Vivimos una etapa política desastrosa

17 de julio 2009 - 01:00

P OSIBLEMENTE hayamos recordado más de una vez el adagio que dice: "Cuando la política fracasa hay que volver a la política sin remisión". Mi compadre El Miscelánea, que vive en Chipiona desde que se jubiló de Marcamadrid, considera al respecto: "Es una condena o castigo que ni siendo bíblico sería más tremendo y duro de soportar". Y de movistar a movistar me continúa diciendo: "Sobre todo en estos momentos en que la ruina económica campea por todos los talleres y los obreros, mano sobre mano, ni siquiera tienen muchos de ellos la esperanza de volver a trabajar alguna vez".

Y es que cualquier individuo, medianamente observador, asume que nuestros actuales políticos no tienen ni la más remota idea de cómo aliviar, al menos, la crisis que le aflige el ánimo al personal. Además son incapaces de llegar a un acuerdo sobre tan importante cuestión los distintos partidos. Una realidad que nos trae a la memoria que Jardiel Poncela, en uno de sus divertidos e irónicos aforismos, afirma: "Mientras los científicos puros están siempre de acuerdo, los políticos no lo están casi nunca por falta de pureza". Sí, en estos tiempos que corren, el aforismo del genial humorista tiene una vigencia superlativa. A sí las cosas, por todas partes los políticos chamullan teorías que no se las creen ni ellos mismos, para convencer al gentío de que no estamos al borde del precipicio económico.

No extraña, pues, que mi compadre considere lo siguiente: "Existe la impresión bastante generalizada de que los partidos políticos están anquilosados, mohosos, convertidos en chatarra social, hechos anímicamente una necedad y sin credibilidad alguna". No obstante, le comentamos nosotros, esos partidos políticos tan incapaces, se quedan, en gran parte de sus miembros, un tanto boquiabiertos ante el populista de turno, que promete el oro y el moro con una desfachatez que asombra, cuando está demostrado lapidariamente que el político populista está desfasado en todo terreno que entendemos por occidente. Y mientras tanto, la pesadumbre, esa carga de lo incomunicable, según Quincey, se está apoderando de toda persona reflexiva.

Y estamos de acuerdo en que han llegado las vacaciones y la mayoría de los problemas españoles prosiguen manga por hombro, como suele decirse, incluso sin vislumbrar la posible solución. Ya se van a veranear los políticos que siembran la confusión reinante, esos que con su dialéctica barata, en la que mezclan improperios con agresiones al adversario, alardean de salvadores para formar barullo y ganarse el favor de los independentistas, y lo que es peor, de los más confiados por ignorantes, con el timo de la financiación autonómica. Mi compadre El Miscelánea, al finalizar nuestra conversación una vez más me reafirma: "Lo cierto y lo fijo, por una o por otra razón, es que la etapa política que actualmente vivimos, es la más desastrosa de cuantos años llevamos de democracia".

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