La ciudad y los días
Carlos Colón
Ministra fan, oposición Bartolo
La esquina
E L caso de Yolanda Díaz tiene mucho de drama de Shakespeare. Hay celos, venganza y ambición de poder. La vicepresidenta, ungida por Ada Colau ("Nunca has querido ser presidenta, nunca has querido ser líder mundial, pero te ha tocado"), ya quiere ser presidenta, ya ha encelado hasta la enemistad abierta a Pedro Sánchez y ya está sirviendo la venganza fría por la absorción de su partido (PCE), gracias al traidor Garzón, a los podemitas que deglutieron al Partido y también la llevaron al Gobierno.
Con respecto a Sánchez, su jefe, Yolanda le ha clavado dos rejones en una semana en la que tocaba al presidente regocijarse y sacar pecho por los datos del empleo de noviembre. Por un lado, despojó de todo mérito a la política económica de su colega-enemiga Nadia Calviño, atribuyéndoselo a sí misma como ministra de Trabajo y hablando siempre en primera persona. Por otro, tambaleó el relato sanchista sobre los primeros tiempos de la pandemia, al enfatizar que ella avisó antes de la manifestación del 8-M de que el virus iba en serio -publicó una guía de instrucciones para empresas y trabajadores- y que en el Gobierno la tacharon de alarmista. Ahora ha actuado en modo yoya: yo ya lo dije, pero no me hicieron caso.
Con respecto a Unidas Podemos, el yoísmo de Yolanda es aún más espectacular. Fue llevada a la Vicepresidencia por el dedo arbitrario de Pablo Iglesias, que también la designó futura candidata a presidenta de Gobierno. Sin explicaciones, sin respetar los estatutos de Podemos y sin siquiera invitarla a afiliarse a este partido.
Al contrario. Yolanda Díaz lanzó su candidatura absolutamente al margen de Podemos y la va a formalizar tras "escuchar a la sociedad" y en ausencia de siglas e ideologías. Quiere ser una especie de Macron gallega, al frente de un proyecto transversal, que supere el marco conceptual de la extrema izquierda e incluso desdibuje la confrontación ideológica entre izquierda y derecha. Esa es la única fórmula que cree viable para sobrepasar al PSOE y, en general, para jubilar a los partidos tradicionales con un movimiento social transformador que sólo puede encarnar ella, con su buena gestión y su cuidadísima imagen. Devolver a Podemos al populismo originario del 15-M destruyendo el Podemos devaluado que la ha llevado donde está... por iniciativa del exlíder carismático de Podemos.
Parece como si el PCE se vengase históricamente de Podemos. Gracias a Pablo.
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