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José Manuel Grandes Merello

Zitarrosa, Rivero y Goyeneche

30 de abril 2024 - 02:04

Qué decir de estos tres grandes. Lo que les une, además del arte con mayúsculas y de la inherente elegancia, es el carisma y la vasta personalidad. Tres grandes de la música latino americana y tres defensores acérrimos del folklore más puro. El primero, uruguayo y trovador, los dos últimos argentinos y tangueros.

Los tres son protagonistas de una historia hermosa y los tres, afortunadamente, corrieron la misma suerte: el éxito rotundo y el amor del público.

Al descubrir en sus biografías, lo mucho que tuvieron que luchar, no sólo para llegar a la cresta de la ola, sino para salir adelante, uno se siente identificado con el sentimiento de injusticia que predomina en el mundo de la música donde , hoy, no sobresalen los mejores.

Fueron ellos un trío de ases y además, hombres cabales con su tiempo y sus circunstancias, las cuales ¿por un azar del destino?, un día les sonrieron para convertirlos en mitos.

Si bien es cierto que todos, estuvieron tentados en tirar la toalla, perseveraron más sus "pepitos grillos interiores" para lanzarlos al estrellato.

Alfredo Zitarrosa vivió una infancia dura, sus padres se dedicaron, desde que nació, a viajar por toda América Latina por motivos laborales y fue criado por sus tíos.

Empezó vendiendo talco, después trabajó en una mueblería, oficio que dejó para incorporarse como locutor en una radio y, gracias a dar a conocer su voz y su gusto por la música, tras viajar hacia Perú para conocer en persona la Revolución Cubana, fue propuesto para grabar un disco. Obra que encabezó la lista de éxitos del momento. A partir de ahí, ya se entregó a su verdadera pasión. Él reconoció que, si no hubiese sido por su incursión en la radio, no hubiese llegado a ser cantante.

Edmundo Rivero es la historia de otro genio. Criado en Buenos Aires, tuvo una enfermedad "de pibe" que hizo que su padre renunciase a su trabajo de ferroviario para costear su curación. En su infancia sintió atracción por la guitarra y, gracias a la ayuda de un tío soltero amante del tango, decidió decantarse por la música.

Recibió clase de canto en el conservatorio y frecuentó cafetines y tabernas sin mucho éxito. Rechazado en las grandes orquestas, debido a su acromegalia, un día determinó , animado por un amigo, llamar a la hermana de Julio de Caro, el compositor del momento en Argentina y le cantó una serenata. La mujer quedó prendada de su original timbre de voz, e inmediatamente se lo hizo saber a su hermano, llegándole, a partir de ahí, su consagración.

La vida de Roberto Goyeneche, alias el Polaco, también es punto y aparte. De origen humilde, empezó a trabajar de "colectivero", conductor de autobús en Buenos Aires... Sin embargo, todos los días, por su indiscutible voz y su particular interpretación del tango, le cantaba a sus pasajeros una canción para amenizar el viaje. Todos estaban encantados de subirse en su "colectivo" porque el Polaco siempre les emocionaba con uno de sus sentidos tangos.

Si bien incursionó muy joven como cantor en la orquesta de Raúl Kaplún, "El Polaco" tras sus "éxito en el autobús" decidió postularse para la orquesta de Aníbal Troilo, "Pichuco", el bandeonista más reconocido del país. Pichuco lo contrató y posteriormente se asociaron una temporada para convertirse en uno de los dúos de mayor éxito de la época.

Los tres supieron digerir su fama, se casaron y formaron una familia, lo que da a entender que el equilibrio que alcanzaron, también es gracias a sus mujeres, que le dieron estabilidad y un motivo verdadero para compartir su arte.

Tres señores, idealistas, amantes de la belleza, destilaban la elegancia de la bohemia bien entendida, pues aunque de "facto" eran burgueses siempre fueron muy comprometidos con el pueblo y tuvieron un alto sentido del deber.

Ojalá abunden creadores de esta ralea, artistas de los pies a la cabeza, en todos los sentidos.

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