Viendo la otra noche la final de los Sub 21 me volvió a llamar la atención cómo nos hemos convertido en exportadores de futbolistas cuando a lo largo de nuestra historia son más numerosos los capítulos que hablan de la importación de foráneos. Varios futbolistas del combinado que adiestra Santi Denia juegan allende las fronteras y alguno, como el magnífico Sergio Gómez, vivaquea en el vestuario del City a las órdenes de Guardiola.

Y eso lo relaciono con aquella raya en el agua que fue la exportación de futbolistas en los albores de los sesenta. De una tacada fueron a Italia tres futbolistas de época y por unas cantidades de dinero que les arregló la vida a los vendedores. Luis Suárez al Inter, Luis del Sol a la Juventus y Joaquín Peiró al Torino. La estancia en Turín del Galgo de Cuatro Caminos fue corta, sólo dos temporadas, pues Helenio Herrera lo agrupó con Suárez en aquel gran Inter de los sesenta.

Escribo a rebufo del fallecimiento de Luisito Suárez, el único español que ha obtenido el Balón de Oro desde su atalaya de regista del Inter. Hombre de confianza de Helenio Herrera, era como el brazo alargado del Mago en el campo. Ya en el Barça, con la afición barcelonista en contra porque lo consideraba como el okupa que le había usurpado el puesto a Kubala, ese entrenador de entrenadores que fue H.H. se decantó por el gallego en perjuicio del gran icono azulgrana.

Luis Suárez ha fallecido en Milán a los 88 años y puedo afirmar sin temor alguno al error que ha sido el centrocampista más clarividente que jamás vi en un campo. De zancada larga y armónica, conducía sin necesidad de bajar la vista al balón y era como un violinista que cambió el Stradivarius por el balón. Ha muerto cuando su gran premio no ha sido aún igualado por futbolista español alguno en estos sesentaiún años. Descanse en paz, don Luis Suárez Miramontes, ese genio.