La casa de los Ponce de León

Y , de nuevo, la decadencia, los proyectos frustrados, la ruina crónica, ¿la vergüenza? Es fácil ignorar la realidad cuando ésta resulta incómoda. Sólo basta con no verla. Si no fuera de otra manera, no se entenderían rincones tan ignorados como aquel en el que la familia Ponce de León levantó su casa en torno a los inicios del siglo XVI, dentro de la entonces pujante feligresía de San Mateo. Porque llegar a San Blas y San Ildefonso es entrar en una realidad tan oscura como el alquitrán que en ellas sustituye a los adoquines y empedrados de otras zonas del centro. No hay concesión a la estética, es sólo un ocasional lugar de paso, y de paso raudo. Un lugar tan perdido como aquel hospital y aquella capilla que dieron sus santos nombres a estas calles. Más de doscientos años llevan casi deshabitadas, formadas por enormes bodegas que le han dado la solitaria y aromática personalidad con la que todos las conocimos. Justo en la intersección entre ambas destacan las sobrias fachadas de la casa que esa estirpe noble hace mucho tiempo que abandonó. La importancia de los Ponce de León en Jerez lo testimonian no sólo este edificio; también quedan en pie otras suntuosas mansiones pertenecientes a diferentes ramas familiares, como la más famosa de la ventana esquinada junto a Santa María de Gracia y la menos conocida que aún perdura en la Cruz Vieja. De esta de San Mateo sólo recuerdan algunos las extravagantes anécdotas de un excéntrico y opulento propietario reciente. Pero ahí está su portada gótica para hablarnos de un pasado más remoto. Queda en mi recuerdo su portón con imaginativos aldabones de cabezas monstruosas que mordían retorcidos peces. Ya no se ven ni la puerta de madera ni sus hermosos picaportes. Tapiada está la entrada que conduce a la destrucción del interior, su única habitante.