En tránsitoMiki&DuartePaisaje urbano

Eduardo Jordá Eduardo osborne

La cenaHistorias de Navidad

La cena de Nochebuena de los policías es una muestra del desprecio con que el poder trata a los trabajadores públicosSi algo hemos de destacar de estas historias entrañables de Navidad es su sencillez

Un platoo de bacalao rebozado y otro con un poquito de verdura asada. Así fue el menú de Nochebuena de los policías que llevan en Barcelona desde el mes de octubre. Los que viven en el barco. Los famosos policías del Piolín que ha suscitado miles de burlas en las redes sociales. Alguien dirá que es un menú suficiente. Sí, de acuerdo, pero ese menú demuestra un desprecio intolerable hacia los servidores públicos. Esos policías han dado la cara por todos nosotros al defender el Estado de Derecho en Cataluña. Han trabajado en circunstancias lamentables. Tienen que vivir en un barco. Cobran mucho menos que los Mossos d´Esquadra. Y ahora les ponen ese ridículo menú de Nochebuena.

Y lo peor de todo, insisto, es que esa cena no es más que una muestra del desprecio con que el poder trata a la mayoría de trabajadores públicos. Basta pensar en los médicos y en el personal sanitario, en los profesores, en el personal de emergencias, en los guardias forestales. Esa cena tan frugal tendría sentido si todo el mundo -de la Casa Real para abajo- se hubiera sometido a esos mismos recortes. Pero esto no ha ocurrido, o sólo ha ocurrido en parte. En TVE -una televisión pública que debe financiarse con dinero de los contribuyentes- se hacen programas costosísimos, como Operación Triunfo, que encima pertenecen a la productora de un conocido independentista catalán que tiene a bien ciscarse cada día en Twitter en todos esos palurdos infrahumanos que somos los españoles. No quiero ni pensar en los negocios que estarán haciendo algunos vivales con esos programas. Y eso por no hablar de todos esos cargos innecesarios donde se coloca a asesores y enchufados. En los años de la crisis se nos prometió que todas esas estructuras administrativas superfluas iban a desaparecer, pero no han desaparecido, y peor aún, es muy probable que hayan engordado. Y cuando se trata de cuidar a los policías y a los médicos y a los profesores, nunca hay dinero suficiente y hay que conformarse con esos espaguetis resecos y ese solitario mejillón.

Estas cosas no son anecdóticas, no. Son una muestra de la escasa consideración con que tratan a los servidores públicos los que ocupan el poder. Sólo los quieren para que les saquen las castañas del fuego. Y después, a aguantarse. Y a tragar. Sin rechistar. Siempre sin rechistar.

SUCEDIÓ hace casi doscientos años, en un pueblecito austriaco cerca de Salzburgo. Acercándose la Nochebuena, el padre Mohr descubre el contratiempo de una nueva avería en el viejo órgano de la modesta iglesia de San Nicolás. Aficionado a la música y la poesía, improvisa sobre la marcha un poema titulado Stille Nacht, y recurre a la ayuda del maestro de la escuela Franz Gruber, rogándole una composición musical para ser cantada con guitarra, algo inhabitual en la liturgia de la época, donde predominaban los cantos en latín. El viejo Gruber le correspondió con una hermosa melodía y ambos la cantaron ante el asombro de los fieles, acompañada sólo de la guitarra del párroco, en la misa de nochebuena de 1818. Así nació el villancico Noche de Paz, el más famoso del mundo.

La escena se fue repitiendo los años siguientes cada misa de navidad, hasta la muerte de sus creadores, casi al mismo tiempo, hacia la mitad del siglo. Por esas fechas, y tras una nueva reparación del órgano de la iglesia, el organista reparó en la partitura de la obra, y se la facilitó a un grupo de cantantes que realizaban giras interpretando temas folclóricos tiroleses, añadiendo el villancico al repertorio, el cual así fue acrecentando su popularidad primero en la corte (se cuenta que fue interpretado ante el emperador Francisco I de Austria, e incluso ante el zar Alejandro I) y después por todo el mundo. Lo curioso de la historia es que sus autores han permanecido en el anonimato hasta hace apenas veinte años cuando se descubrió el manuscrito original, y desde entonces su figura está representada en una vidriera de la reformada iglesia donde fue interpretado por primera vez.

Si algo hemos de destacar de estas historias entrañables de Navidad es su sencillez. Desde la candidez del cura de pueblo con su guitarra a la infantil inocencia de la música adaptada sobre la marcha por el maestro de escuela. Como los cuentos de Navidad de Dickens, como las historias de Chesterton o de Irwing. Como el mismo misterio que se representa estos días, todo un mundo paralizado ante la radical humanidad de un niño en pañales amparado en la noche por sus padres y los pastores. Tantos años después, y antes de sucumbir ante los buenos deseos de los centros comerciales envueltos en papel celofán, todavía hay sitios para escuchar en la serena intimidad de la misa del gallo Noche de Paz.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios