Su propio afán
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Una estrategia hereditaria
La Rayuela
El ministro Óscar Puente es ya una estrella en el cielo político de este país. Fulgura cada día más a golpe de ocurrencia, tuit o ataque directo, y parece no tener cortapisa alguna, ni por arriba, ni por abajo ni por el lateral. Lo mismo puede iniciar un conflicto diplomático, con alusiones a las sustancias que consume el presidente argentino, que intenta ridiculizar a la alcaldesa de una ciudad española por asistir a una sesión del Senado donde se trataba un asunto crucial para su territorio. Atacó al PP por “llevarle” a la regidora de Huelva para escuchar el debate y estar allí “de miranda”, en alusión a su apellido. Cabe la duda de si todo es fruto de la espontaneidad de alguien a quien le cuesta medir sus palabras o si sus continuas actuaciones (y hasta su propio nombramiento) son hechos premeditados, como parte de esta nueva política de cargas virales donde deslumbran los estrategas.
En una reciente visita a Granada, el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible trajo bajo el brazo una propuesta baratita para la integración ferroviaria en la ciudad, que forma parte de esa larga lista de asuntos de su competencia enquistados desde hace décadas en Andalucía, como puede ser también la llegada del AVE a Huelva.
La cuestión es que Óscar Puente soltó aquí una de esas frases suyas tan coloquiales como peliagudas al salir de la boca de un ministro. Para terminar su explicación del proyecto ferroviario de Granada sentenció: “Esto es como comer y ver comer”. En la misma línea también podría haber dicho: “Esto son lentejas, o las tomas o las dejas”. O quizás: “Tendréis que comulgar con ruedas de molino”. Pero su expresión no estuvo nada mal elegida, por un doble motivo. Ver comer es sin duda lo que ciudades y provincias como Granada, Huelva y otras muchas olvidadas han estado haciendo durante mucho tiempo; con gobiernos de todos los colores, pero también socialistas, así que en cierto modo era un reconocimiento implícito del mal trato histórico.
Y, de otro lado, al decir que con su proyecto podríamos ya empezar a comer no le faltaba razón. Otra cosa es qué tendríamos de menú. Hay lugares de este país donde se sirven –y se han servido casi siempre– ostras con cava, mientras que en otros sitios nos tenemos que conformar con un rulo de chóped. Y además hay que dar las gracias por no quedarnos de miranda mientras otros comen con productos gourmet. Ni tan mal.
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