La Crestería

Manuel Sotelino

El cani cofrade

LA Semana Santa y las cofradías siempre ha atraído a la gente más variopinta y pintoresca. Las procesiones llaman tanto la atención social que en el transcurso de una carrera se pueden observar distintas tipologías sociales alrededor de un paso, de un cortejo o de una banda, como es el caso del cani.

El cani pertenece a una tribu urbana que nació en los años noventa. Sus características más notorias son las grandes sudaderas –a ser mejor de color blanco– con grandes letras señalando una marca conocida y suntuosos anillos de oro con carabelas. Hace poco, en las redes sociales aparecía la foto de una pareja cani en la que el varón iba vestido de costalero mientras que la chica que estaba embarazada, lucía las mejores galas para una cani que se precie. Me hizo gracia la cosa porque la fotografía me la hacían llegar unos amigos que se podrían encontrar en las antípodas de este círculo social. El contraste y el interés por una sub-tribu urbana me llamó la atención por parte de personas cultas, bien vestidas y pacíficas.

Hasta Antonio Burgos, en su gran pregón del año 2008, se refería a los canis así: “Y el ángel es un niñato en lo alto de un contenedor de basura, que en el Altozano o en la Resolana, se transforma como si lo pintara Fra Angelico y le anuncia a la Virgen que es la Llena de Gracia, se lo dice en latín de la Bética: ¡Guapa!”. Qué arte.

Por un hecho puramente generacional, el relevo en las cofradías tiene que ser una cuestión de tiempo. Pijos, hipsters o snobs deberán tomar el testigo. Es irremediable ya que no volverán aquellos viejos cofrades como Juan de Mata o Juan Huertas. Y mucho menos a la delegación llegará gente de la generación del recordado Juan González. Estamos seguros de que los canis no llegarán a tocar poder porque para dar el paso adelante hay que sacrificarse y esto no es moneda de cambio para ellos. Sin embargo, he escuchado decir últimamente que en lugar de que los canis se hayan ‘cofraderizados’, son los propios cofrades los que se han ‘canizados’, que no canonizados. Esa es la conclusión de muchos a tenor de lo que gustan las bandas y los solos de trompetas. Especialidad en la que el cani se ve reflejado de forma especial.

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