Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
LOS primeros jueves de octubre de cada año los dedica Europa como recordatorios de la depresión, un mal que puede llegar a ser muy grave para la estabilidad emocional de quienes la padecen y que tergiversa el entorno con pensamientos sombríos. Como compensación, aunque no es desde luego un consuelo, suele dar una lucidez extraordinaria para analizar la realidad. Se sabe algo de la depresión pero, como ocurre con las enfermedades medio físicas y medio espirituales, no tiene una tradición larga de estudio e investigación y sus clásicos son del siglo XIX. Con anterioridad hay información en los mitos y los cuentos de hadas, en los libros de espiritualidad, en los místicos y en la literatura en general. Parece que en los países ricos hay más depresivos que en los pobres y entre las personas inteligentes más que entre las simples, pero no se sabe bien porque los pobres y los simples acuden a la brujería y no a la medicina.
Comoquiera que sea, es una faena. Antes de que se les prestara atención científica y se les diera nombre a los males del alma, se les llamaba melancolía o malenconía, y ahí entraba desde el don de lágrimas de los santos, arrepentidos y penitentes, atribuido a Dios, hasta las largas tristezas infundadas, atribuidas al Diablo. Frivolizamos cuando llamamos depresión a un estado bajo del ánimo, a una astenia pasajera o a las tristezas con causa conocida que el tiempo se encarga de curar. No obstante, y a pesar de la frivolidad, dejarse llevar por oscuridades melancólicas sin darles un cauce sublime, de los que la mente se vale para ennoblecer los sentimientos corrientes, trae el riesgo de que salten los resortes de una depresión verdadera, que es como el túnel de Depetris (Historias del tren), de Alonso Ibarrola, pero sin humor irónico. Nacemos con 100.000 millones de neuronas y parece un milagro que estén todas en orden, cuando lo están.
Servidumbres de la naturaleza humana hacen que por cada descubrimiento aparezcan una serie de incógnitas nuevas, igual que cuando hay un avance en el conocimiento del Universo. El cerebro es todavía un desconocido que juega malas pasadas y es fuente de sufrimientos, pero que ha llevado al Hombre a lo más alto de la evolución. Cada privilegio tiene su cara oculta y su tributo. Los griegos ya lo intuyeron he intentaron darle una explicación mítica. El Dolor y la Tristeza personificados eran hijos del Infierno y la Noche, o del Aire y la Tierra, y pertenecían a una parentela espantosa. Fue muy celebrada la figura del Dolor pintada por Zeuxis: un hombre demacrado, entristecido, con vestiduras negras y con una antorcha en la mano que acaba de apagarse y aún humea, esa luz que se apaga para añadir oscuridad y desesperanza en medio de la desolación. Los médicos del alma ayudan a combatir dolores fantasmales, pero cuando rodean a uno se les escapan ciento.
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