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CATAVINO DE PAPEL

Manuel Ríos Ruiz

Del devenir del flamenco en Francia

ALGUIEN puede pensar que la afición al flamenco en Francia, con festivales como el de Mont de Marsan, es algo reciente. No es así, porque la internacionalidad de la música flamenca, hoy tan consumada y generalizada en los cinco continentes, dio comienzo a través de Francia, donde el arte andaluz ya tenía presencia y seguidores en el siglo XIX. Quizás el interés que se despertó en Francia por el flamenco en aquellos años, se debía a los libros de los viajeros románticos, entre ellos el de Charles Davillier, "Viaje por España", y también por la novela "Carmen", de Próspero Merimeé, convertida en ópera por Bizet. La curiosidad por las escenas descritas por Davillier y pintadas por su compañero de caminos el grabador y dibujante Gustavo Doré, pudo tener un impacto tras lo Pirineos bastante grande, por lo que la apetencia de conocer el flamenco de forma directa promovió que los empresarios teatrales franceses contrataran a intérpretes destacados del género. Y desde aquellos tiempos las representaciones de flamenco han ido progresando por diversos factores, desde la sensibilidad francesa para todo arte a la presencia de españoles en el país, que fue en aumento con el exilio político durante la guerra civil española y por la emigración a la búsqueda de trabajo a partir de los años cuarenta. Y si fue el baile la llave del conocimiento francés del flamenco, pronto la guitarra y el cante igualmente han cautivado a una afición francesa que aumenta cada día. Todo ello ha dado lugar a la extensión del flamenco más allá de los grandes teatros y salas de danza, como venía ocurriendo desde el citado siglo XIX, surgiendo peñas flamencas, entidades culturales dedicadas al estudio y difusión de los estilos, incluso creándose grandes festivales, algunos comparables con los que se celebran en Andalucía. Francia, pues, ha sido la puerta al mundo del flamenco y mantiene en la actualidad una actividad en su torno auténticamente admirable. Y por hacer un poco de historia, la primera noticia que hemos localizado del flamenco en Francia data en el París de mil ochocientos ochenta y siete. Aquel año, en el Nuevo Circo, La Cuenca encabezaba un gran espectáculo. Trinidad Huertas era malagueña y, además de ser una completísima bailaora, era también guitarrista, obteniendo un éxito relumbrante. Y otra prueba de que por aquellas fechas existía en París un público aficionado al flamenco, es que dos años más tarde, admiró a la bailaora más pura y jonda de todos los tiempos, a la jerezana Juana La Macarrona. Su debut en el Gran Teatro la Exposición fue todo un acontecimiento. El Shah de Persia, que estaba presente, dicen que dijo: "Esta graciosa serpiente es capaz de hacerme olvidar a todas mis almeés de Teherán". Veintitrés años más tarde La Macarrona volvió a París, al Teatro Olimpia. Fue en mil novecientos doce y cobró mil francos de la época y viajes aparte. El arte flamenco desde París se proyectaría al mundo entero. O sea, que la internacionalidad del cante, el baile y la guitarra viene de muy lejos.

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