Habladurías

Fernando / Taboada

El efecto Burgos

19 de enero 2014 - 01:00

EXPLICAR por qué salen patas de gallo con la edad es fácil. Pero explicar las causas que hay detrás de ciertos fenómenos sociales tiene un peluseo. En caso contrario, quizás habría más catedráticos de Historia Contemporánea que vendedores de cremas antiarrugas, y no es así. Pero si cuesta tanto acertar con los motivos que se esconden tras ciertos acontecimientos es precisamente porque la realidad, que de suyo tiende al enredo, cuando se mezcla con la cosa social, se presta a unas interpretaciones que oscilan entre el fanatismo y lo carnavalesco.

Los recientes sucesos en el barrio burgalés de Gamonal pueden servirnos de muestra. Lo único en lo que se pone de acuerdo todo el mundo es en que unos cuantos vecinos indignados han tomado las calles para que su ayuntamiento paralice unas obras. (Y cuando se toman las calles, es bien sabido que el jaleo suele venir de la mano.) Así ha sido.

A la hora de explicar los disturbios ya no hay tanto acuerdo. Tendríamos, por un lado, a los "analistas de bucle", que se empeñan en dar vueltas a lo mismo sin decir nada. Como el tonto que se queda mirando el dedo cuando le señalan algo, estos analistas únicamente se fijan en la quema de contenedores, o en la rotura de escaparates, y alegan que esas pajarracas se han montado porque hay gente a la que le encanta montarlas. Y se quedan tan frescos, como si decir que la violencia existe porque hay tipos que son de natural violentos no fuera lo mismo que decir que en Jerez hay paro porque hay poco trabajo.

Otros analistas dignos de tenerse en cuenta son los profesionales del ninguneo. Son los que dicen que a las revueltas de Burgos -desencadenadas por un motivo menor como es una obra pública- no hay que darles importancia porque hacer obras es muy normal y todo lo que ocurra alrededor es pura anécdota. Pero probablemente ahí es donde radique lo preocupante del caso. Resulta sintomático que, ante la presencia de unas hormigoneras, haya gente que reaccione como ante la presencia de los tanques, y me temo que esto ocurre porque el ambiente se ha caldeado tanto que hay quien ya ve trincheras donde antes solo veía socavones.

Versiones aparte, lo que nadie podrá discutir es que hay tensión en el ambiente, y que los incendios ni se apagan echando gasolina ni con un cubo de agua. Por ello urge tomar en serio estas revueltas callejeras, en vez de mirar para otro lado y decir que son inventos de la prensa canallesca. Si estos disturbios (desatados por una obra en un barrio de la trigésimo séptima ciudad española en número de habitantes) han tenido eco en otras capitales de provincia, y encima aparecen en los periódicos de medio mundo, tal vez sea momento de preguntarse por qué hay tanta gente capaz de montar semejante cirio por motivos que en principio no parecerían nada del otro jueves. ¿Tanto follón por una zanja? Pues nada, sigamos creyendo que hay gente que se cabrea porque le gusta cabrearse, y pidamos otra ronda, que a ésta invita la casa.

stats