La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Dónde está el listón de la vergüenza?
La columna
Hay gente que por su insensatez o su estulticia, hacen un daño irreparable a las instituciones que representan. Nunca entenderá el cardenal Cañizares, sumido en su afán por el boato, el lujo y la prosopopeya, el daño que ha hecho al decir la estupidez de que las vacunas se hacen con fetos abortados. Ni los más imbéciles, entendiéndolo como diagnóstico y no insulto, podrán creer semejante dislate. ¿Qué decir del presidente la UCAM hablando de Satanás en relación con el Covid? Estos individuos sobran en una institución donde muchos de sus fieles se juegan el tipo cada día para ayudar a miles de necesitados que en lugar de hacer cola para buscar alimentos en el Ministerio de Políticas Sociales, lo hacen a las puertas de las Iglesias, las Hermandades o los Conventos. Sí, los verdaderamente necesitados saben dónde acudir. Saben que en estos y otros muchos sitios católicos se les va a atender sin que esa ayuda dependa de su ideología, raza, color de piel o confesión religiosa. Esa labor no puede quedar mancillada por algunos idiotas, pederastas o incultos curricularmente correctos. Les guste o no a algunos, no es el gobierno, y mucho menos sus Ministerios de Políticas Sociales, Igual-da o Trabajo, quienes están solucionando los problemas y necesidades de quienes se han visto inmersos en la tragedia de no morirse por el virus, pero estar a punto de hacerlo por no tener qué llevar a casa para alimentar a los suyos. Ahí han estado, están y seguirán estando, todos esos costaleros y voluntarios, seglares o religiosos, que desde el anonimato dan lo mejor de sí cada día para hacer más liviana la tragedia de muchos. Los otros, los que salen en la tele pomposamente diciendo estupideces, son minoría y no representan a nadie, salvo a estúpidos como ellos. Del otro lado, del político, que ese sí busca rédito, y que lo único que ha hecho es aprobar una renta mínima, necesaria por supuesto, pero que pagamos entre todos aunque los políticos quieran vender que son ellos, poco se puede esperar. Ni han estado durante la epidemia… ¡ni se les espera!
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