habladurías

Fernando Taboada

La fecha del fin del mundo

28 de mayo 2011 - 01:00

PODEMOS respirar tranquilos. Todavía queda bastante para que llegue el fin del mundo. Cinco meses, para ser exactos. O por lo menos ese es el pronóstico que ha hecho Harold Camping, un predicador estadounidense que, a partir de misteriosas operaciones matemáticas y de las señales que él mismo encontró al leer la Biblia, ha llegado a la siguiente conclusión: en octubre de este 2011 grandes catástrofes aniquilarán el planeta que habitamos.

Es un alivio saber que aún nos queda tiempo por delante. Aunque, para alivio de verdad, el que proporciona saber que este mismo agorero ya antes había hecho unos cuantos vaticinios similares y que, cuando predijo que el mundo se iba a acabar en 1994 (o cuando tuvo a sus discípulos en vilo hace poco, porque garantizó que el sábado pasado iban a empezar las primeras vistas del Juicio Final), demostró que la predicción del futuro no está entre sus habilidades.

Estos errores de cálculo son comprensibles porque, mientras los científicos cuentan con unos aparatos de alta precisión para anticipar los fenómenos, los videntes (que además suelen ser analfabetos) se tienen que conformar con descifrar el futuro basándose en lo que les sugiere una bola de cristal, lo que les dicen las rayas de las manos, o unas barajas que, por no servir, no sirven ni para echar la partida de mus. Es verdad que los adivinos no suelen dar pie con bola en sus profecías, pero también hay que reconocer que no cuentan con los aparejos adecuados. Criticar las supersticiones es la mar de sencillo, pero ya me gustaría a mí ver a los meteorólogos haciendo la previsión del tiempo con una baraja del Tarot. No iban a acertar ni una.

Pero lo más injusto no es que a las videntes que salen por la tele se las critique cuando se equivocan en sus cábalas sobre la vida íntima de las marquesas. Lo que fastidia es que, metiendo la pata a todas horas, no se equivoquen mucho más estas brujas, por ejemplo, que los expertos economistas que no supieron ver la crisis monstruosa que se nos venía encima. Al fin y al cabo los brujos que se anuncian en las revistas, ataviados con esas túnicas de colores estupefacientes, tampoco tienen el prestigio que pudiera tener un director del Fondo Monetario Internacional. Esas agencias mundiales de valoración de riesgos, ¿acaso no se equivocan? Y los expertos que se reúnen en las cumbres planetarias, ¿es que siempre dan en el clavo?

Desde luego, la gestión económica de los países tiene mucho de abracadabra y por ello el futuro suele ser tan incierto. Con todo, a pesar del panorama sombrío que nos pintan esos expertos, y aunque los indicios no sean los más optimistas, me extrañaría mucho que las trompetas del Apocalipsis fueran a rugir este otoño. Mientras a los bancos les queden préstamos pendientes de cobro, estén ustedes tranquilos, que el fin del mundo no va a llegar. Y si no, recuérdenmelo en octubre.

stats