Tribuna Libre

Carmen de Soto Díez

¡Enhorabuena y muchas gracias, Padre!

Fernando Ocáriz Braña, Prelado del Opus Dei, saludando desde el coche en Eslovenia.

Fernando Ocáriz Braña, Prelado del Opus Dei, saludando desde el coche en Eslovenia.

El verano sigue su curso, éste será inolvidable. El 15 de agosto siempre tiene una fuerza especial en la Prelatura del Opus Dei, rebosa de alegría y de profunda gratitud a la Reina del Cielo y Reina del Universo. Fue en 1951 cuando san Josemaría acudió a Loreto para implorar su intercesión en un asunto importante.

La Virgen “movió ficha” y con el esfuerzo personal del santo, cada cosa quedó en su sitio y todo se solucionó. Desde entonces, en acción de gracias, el 15 de agosto se renueva la Consagración a la Santísima Virgen en todos los centros del Opus Dei.

Si este año se cumplió el 70 aniversario de la primera Consagración en la Casa de Loreto, también en esa gran festividad, se celebraron las Bodas de Oro de una ordenación sacerdotal, en la Basílica de San Miguel en Madrid, fueron 29 fieles del Opus Dei los que recibieron el orden.

Entre ellos, don Fernando Ocáriz Braña, hoy Prelado del Opus Dei, Padre para los fieles de la Prelatura y de todos aquellos de buena fe. Convivió en Roma con san Josemaría, de él pudo aprender la fortaleza para mantener una sonrisa permanente, amabilidad, que alegra el alma y además infunde enorme paz en las personas que acuden a su lado.

Dios quiso dotarlo de una gran inteligencia, que ha sabido poner al servicio de su tarea sacerdotal, de cuantos trabajos ha desempeñado y sigue llevando a cabo.

Ante la ola de calor que se nos venía encima, el ardor de su amor a Dios, aún mayor, le ha hecho desplazarse de un lado a otro, y tomar las carreteras para visitar a un buen número de personas en varios países europeos que, con enorme alegría, acudían a su encuentro y sabían interiorizar sus amables consejos para ser aún más de Dios y ayudar a los de al lado.

Con esa sonrisa suya, fruto de su unión con Dios, lleva –no diría yo el peso, pero sí- el sentimiento interno y profundo, de tantas y tantos que a causa del Covid-19, en plenas facultades físicas, nos han ido dejando. Bien es cierto, que con su fidelidad en lo poco y escondido, buen cielo tenían ganado, pero no deja de ser un desgarrón para todos y, por supuesto, para el Padre.

Fernando Ocáriz, con un grupo de jóvenes en Croacia. Fernando Ocáriz, con un grupo de jóvenes en Croacia.

Fernando Ocáriz, con un grupo de jóvenes en Croacia.

Me viene a la mente ese deseo explícito de san Josemaría: "¡Señor, almas! Almas de apóstol, ¡Que son para Ti! ¡Para tu Gloria!" Este clamor, a través de la Santísima Virgen y de san José, cuyo año dedicado a Él celebramos, es uno de los regalos que tantas y tantos, a buen seguro, le hacen al Padre, desde el continente donde viven.

Seis de aquella ordenación ya están en el cielo, no sé si algunos otros acompañarían al Padre en ese señalado aniversario, lo que sí sé es que en los cinco continentes habría fieles unidos a él, -más que un nonato por su cordón umbilical- a través de la Comunión de los Santos, y que el Padre lo celebró con todos aquellos de la Prelatura en la que se podría decir: ¡Gracias, Padre, gracias por todo! Y gracias a Dios. ¡Que sean muchos más los años que la divina providencia lo cuide en la tierra y que pueda celebrar, a los 75, sus bodas de diamante sacerdotales!

Antes de partir para Roma, el viernes 20 de agosto, celebró la Santa Misa en el Santuario de Torreciudad, no sin antes alabar a la Madre de Dios, con el rezo del Ángelus. La ceremonia se pudo seguir desde cualquier rincón del mundo, buena manera de poder rezar. ¡Gracias, Padre!

Ya de nuevo en Roma afronta los retos de un nuevo curso, con todo lo que ello implica.

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