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El gran berrinche

Pedro Sánchez se cree Supermán. Pero no lo es. Lo único cierto es que a sus adversarios les ha mostrado cuál es su kriptonita 

Pedro Sánchez se marcha del Congreso, el pasado miércoles.

Pedro Sánchez se marcha del Congreso, el pasado miércoles.

PENSABA al inicio de la semana que escribiría esta columna sobre la notable capacidad que Pedro Sánchez demuestra, con firme constancia, para debilitar a España, que es directamente proporcional a su fijación por mantenerse en el poder a toda costa. La motivación inicial era el resultado de las elecciones vascas y la hegemonía soberanista (72% de los escaños del Parlamento). No imaginaba –como el resto de españoles– que él solo daría un argumento más sólido aún.

La pirueta esperpéntica de amagar con dimitir tras un periodo de reflexión hasta que el lunes anuncie su decisión no es más que el gran berrinche –puro infantilismo– de un líder autocrático y soberbio, que no acepta los contrapoderes de una democracia. Es un movimiento que desprestigia a España, pues es más propio de gobernantes de repúblicas bananeras que del primer ministro de una democracia liberal europea. Pero la trayectoria de Sánchez está jalonada de hechos iliberales que demuestran que España en realidad no le importa, ni tampoco las consecuencias para su partido por su proceder.

La razón esgrimida es una supuesta campaña de la derecha y la ultraderecha contra su esposa, Begoña Gómez, denunciada por Manos Limpias aportando noticias periodísticas (entre ellas una falsa, al referirse a una persona con el mismo nombre que no era la cónyuge del presidente). Pero el caso arrancó con informaciones contrastadas por medios tan solventes como El Confidencial, que señalaban a Gómez como lobista, con obtención de dinero público por parte de algunas empresas, lo que da pie a la acusación de supuesto tráfico de influencias y corrupción en los negocios. Debería aceptar que se investigue y que, si no hay nada delictivo, se archive. Pero el presidente es tan narcisista que una mera apertura de diligencias previas, sin apenas trascendencia penal hasta el momento, lo considera un ataque insoportable que justifica abrir una crisis de Estado sin precedentes. Aunque barrunto que la reapertura del caso sobre el hackeo de su móvil también afecta a su ánimo. Ninguno de esos asuntos los ha explicado. Ni ha recibido ataques más duros que otros presidentes, a pesar de hacer cosas más graves.

Pedro Sánchez se cree Supermán. Pero no lo es. Ni siquiera es Aquiles. Lo único cierto es que a sus adversarios les ha mostrado cúal es su kriptonita, el talón vulnerable que tiene expuesto. Por ello, haga lo que haga, saldrá más débil. Es el único balance serio de este folletín, sea cual sea el giro de guion que escriba el lunes. Aventurarse a especular sobre qué hará un tahúr es un esfuerzo estéril.

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