Tierra de Nadie

Alberto Núñez Seoane

La gran ‘ramera’

La gran 'ramera'. La gran 'ramera'.

La gran 'ramera'.

La tratan como los miserables proxenetas a “sus” putas: sin sonrojo y con saña, les arrancan sus derechos más elementales; con desvergüenza, las burlan y engañan; las utilizan, sin pudor, como si no fuesen otra cosa que vulgares objetos; les arrebatan su dignidad; borran de su futuro la esperanza.

“Ella”, gracias a los que la acordaron y la parieron, a los que la votamos, aceptamos y respetamos; nos dio la concordia y -salvo las casi mil tragedias perpetradas por los inmundos criminales etarras- la paz; nos regaló el entendimiento, que vino de la mano del avance y la mejora de las condiciones de vida de los más; nos permitió creer en la esperanza; nos devolvió la libertad: intocable, irreemplazable, sagrada…Cuarenta años en los que supimos honrar a la España que heredamos de dos de las mejores generaciones que han pisado esta tierra: la de nuestros abuelos y la de nuestros padres.

Ellos, que supieron estar a la altura de los muchos grandes que a lo largo de nuestra incomparable Historia han sido, que trabajaron mucho y muy duro, entre privaciones, hambrunas y miserias, quisieron, supieron y pudieron levantar los cimientos sobre los que, nosotros, tomando un relevo que nunca llegó a su altura, fuimos capaces de reforzar, aumentar y conservar el proyecto que llevó a nuestra patria a los tiempos de bienestar, progreso y libertad que nos hemos ganado y de los que hemos, con merecimiento, disfrutado. Pero esto se acaba.

En una “Cámara Baja” -así se conoce también al “Congreso de los Diputados”, en contraposición a la “Cámara Alta”, que sería el “Senado”- que se gana a pulso su condición de “baja”, no por oposición a la “Alta”, sino por la bajeza de muchos, no todos pero sí demasiados, de los que allí descansan -no hacen otra cosa- sus desvergonzadas posaderas; en una alta institución del Estado degradada por el cúmulo de advenedizos, iletrados, patanes, mediocres, “ex” delincuentes de Derecho aunque delincuentes de hecho, golpistas, traidores y demás calaña que asienta sus reales en escaños que no merecen, y a los que hay que tratar de “señorías”; allí, el deporte “nacional”, no sólo permitido de modo torticero, si no asombrosamente institucionalizado, es el intento, reiterado y sostenido, de prostituir la piedra angular de nuestro Estado de Derecho, del futuro de nuestros hijos – ya lo fue del pasado que nos ha traído hasta nuestro presente- , de la convivencia en orden, mejora y armonía, y de libertad, sin la que no hay vida, que así se pueda llamar, posible.

Redactan leyes para tratar de socavarla, a “Ella”, que es la Ley de leyes; le faltan al respeto, la agreden, la amenazan, pero, sobre todo: la incumplen. Un sesión tras otra se ningunea el acuerdo que nos quisimos regalar el casi 90% de los españoles; se desprecia a la “madre” que quisimos, entre todos, adoptar, para dejar atrás un pasado oscuro y otro fratricida, sangriento, de dolor y muerte; se escupe sobre el apretón de manos que se dieron dos Españas ansiosas de libertad y desarrollo, de pensamiento y cultura, de vivir en paz, con respeto y progreso. Y todo sucede con la masiva permisividad de “sus señorías”, que permiten -con honrosas y muy escasa excepciones- a muchas otras “señorías” protagonizar las vejaciones e ilegalidades a las que me acabo de referir, ante el asombro y la desesperación de tantos españoles de bien.

Sólo unos, espero que significativos, ejemplos que me vienen a la mente; no puedo extenderme más ni creo que sea necesario para entender lo que están permitiendo, yo diría: queriendo, que suceda.No somos todos los españoles iguales ante la Ley, como “Ella” exige: el voto de un vasco o el de un catalán, vale por el de tres andaluces. Puede que en la Transición fuese necesaria una proporcionalidad que permitiese a las minorías estar representadas en la Cámara, sí, pero ese tiempo pasó.

No hay presunción de inocencia para el hombre, no en la nueva ley de “violencia de género”. En lugar de ser inocentes en tanto no se demuestre la culpabilidad, como “Ella” impone, somos culpables hasta que no demostremos nuestra inocencia.

No tienes derecho a la legítima defensa, como “Ella” garantiza. Si entran en tu hogar, te amenazan, te pegan, vejan o maltratan a tu familia, no tienes derecho a defenderte, si lo haces, irás preso y tendrás que pagar, además, a quien te destrozó la vida.

No se garantiza la propiedad privada, como “Ella” legisla. Entran en la casa que te costó sangre, sudor y muchas lágrimas comprar, se instalan, te impiden entrar y si lo intentas te denuncian y te quedas en la puta calle.Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad no disponen de medios adecuados, proporcionales y razonables para hacer frente a la delincuencia organizada; no pueden desempeñar la función de proteger a la ciudadanía que “Ella” les encomienda.

Los jueces no cuentan con leyes apropiadas para defender el Estado de Derecho, encerrar a los delincuentes, proteger de modo eficaz al ciudadano, impedir la vergonzosa y abominable reincidencia en la comisión de delitos con castigos ejemplares, excluir de la sociedad a pederastas, violadores y maltratadores… Como “Ella” avala.

No se permite que el Ejército defienda la unidad de España, como “Ella” sanciona; se perdona a quien se subleva contra la Ley y contra nuestra nación, se olvida el daño causado por quien mató inocentes, se transige con quien se burla, y asegura querer seguir haciéndolo, de ”Ella”.

El cúmulo de afrentas, la cantidad de despropósitos, la suma incesante de incumplimientos, desobediencias y chantajes es de tal magnitud, que sólo podemos esperar las nefastas consecuencias a las que todo esto, de modo inevitable, conduce.

No, no es una ramera, aunque muchos quisieran que lo fuese y y otros muchos permiten que así lo crean; La Constitución, nuestra “Constitución”, en estos tiempos aciagos que nos toca sufrir, es lo único que nos queda para preservar lo que hemos logrado y honrar a todos los que lo dieron todo porque así pudiese llegar a ser, ayer y desde que somos España. Honor y gloria, respeto y obediencia a “Ella”.

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